Hace unos dias hablaba del libro "La luz de la pasión" de la escritora libanesa Huda Barakat situado en el contexto de la guerra civil libanesa, este articulo de Ana Almuedo Castillo para unitedexplanations.com intenta explicar la tan a veces complicada situación de este país.
“Cuando tenía 18 años ví por primera vez
una mezquita, en un viaje a Turquía. Hasta entonces tampoco sabía qué
aspecto tenía un chií y no había pisado nunca un barrio musulmán”. Esta
afirmación podría venir, sin que nadie se extrañase, de cualquier
ciudadano de un país europeo o incluso norteamericano, donde hemos sido
desconocedores durante muchas décadas de todo lo relacionado con el
mundo islámico. Pero si esta afirmación proviene de un libanés nacido en
Líbano, que ha crecido en un pueblo de la zona cristiana del norte del
país, a no más de 50 km de la capital, Beirut, donde se concentran
barrios cristianos y musulmanes, entonces esta declaración resulta como
mínimo, curiosa.
Líbano ha servido de ejemplo para muchos
como un país donde conviven en paz chiíes, suníes, cristianos, drusos y
hasta 18 diferentes comunidades reconocidas por la Constitución
libanesa. Para el extranjero que hace su primera inmersión en este país
de Oriente Medio esta puede ser la impresión que se llevaría del Líbano,
el país más moderno de la región, donde las mujeres pasean por la calle
vestidas como cualquier occidental, independientemente de la religión
que procese; donde entrar en cualquier bar en el barrio beirutí de Hamra
puede transportarnos al Quartier Latin en París o al barrio de
Gràcia en Barcelona. Quedará encantado por esa mezcla entre arabismo y
modernidad; la historia de este país desde los fenicios hasta la
actualidad; la naturaleza, la gastronomía; la amabilidad y el respecto
con el que los libaneses tratan al extranjero… Habrá muchos motivos por
los que cualquiera quedaría prendado de este país.
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Dieciocho religiones oficiales reconocidas en Líbano
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Pero
la cosa comienza a complicarse cuando el extranjero comienza a
adentrarse en este país de cultura, historia, política tan compleja, a
la vez que apasionante. Tardará meses hasta que por fin pueda llegar a
visualizar las dinámicas que rigen este país, e incluso así no llegará a
comprenderlas del todo. Un país con 4 millones y medio de habitantes y
entre 12 y 15 millones de diáspora. Actualmente la población libanesa en Brasil supera a la población libanesa en el mismo Líbano.
El último censo oficial en Líbano data
de 1932 bajo mandato francés. Sobre este censo se realizó el reparto de
poderes en 1943 cuando Líbano declaró su independencia de Francia.
Líbano heredó de Francia un sistema sectario de votaciones que se
empeñaba en poner la etiqueta comunitaria a cada votante y a cada puesto
que se debía ocupar. Así el puesto del Presidente de la República debe
ser ocupado por un cristiano maronita, el Primer Ministro un suní, el
portavoz del Parlamento un chií… El reparto de poderes aún se basa en
los porcentajes de poblaciones bajo ocupación francesa, que poco tiene
que ver con la situación actual. Y muchos pensarán, ¿por qué no hacer
otro censo? En Líbano, algo que puede parecer tan simple como realizar
un censo, se convierte en una terrible amenaza al delicado equilibrio
actual del reparto de poderes y la estabilidad.
Cuando el extranjero se va adentrando en
la vida beirutí, se va dando cuenta de que esa convivencia ideal y
pacífica es en muchos casos una “calma tensa”. Las mezclas entre las
diferentes comunidades no son tan frecuentes como se esperarían, en un
país donde élites de cualquiera de las comunidades comparten aula en la
American University of Beirut o la Lebanese American University. Líbano,
entre otras cosas, goza de las mejores universidades de la región que
atrae a estudiantes de todo Oriente Medio. En las escaleras de la AUB,
donde se agolpan los estudiantes a la salida de las clases, un libanés
verá grupos de las diferentes comunidades a cada lado, en el 90% de los
casos rodeados de otros estudiantes de su misma comunidad.
La capital y el país en su conjunto está
dividido en barrios y pueblos cristianos, chiíes, suníes… El cristiano
que venga a vivir a Beirut y decida alquilar un piso irá a una
inmobiliaria que inmediatamente le propondrá pisos en la zona este
cristiana de Ashrafieh, Hazmieh… Él alquilará un apartamento en
cualquiera de estos barrios al este de la Línea Verde, sin ni siquiera
interrogarse por qué ha decidido vivir allí ni por qué la amable
trabajadora de la inmobiliaria no le ha propuesto ningún apartamento en
Raoushe, al oeste. Los matrimonios mixtos apenas rozan el 1%, unas bodas
que se celebran en su mayoría en el vecino Chipre pues las bodas
civiles en Líbano no están permitidas. En los tres meses que llevo en
Líbano tuve la suerte de conocer uno.
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La guerra civil libanesa
,
Las tensiones intercomunitarias
estallaron en 1975, cuando estalló la guerra civil libanesa que se
prolongaría durante 15 años. En 1970 la Organización para la Liberación
de Palestina (OLP) se había instalado en Beirut. La naturalización de
los refugiados palestinos, casi medio millón, fue una de las principales
fuentes de enfrentamiento entre musulmanes y maronitas. Esto supondría
un desequilibrio de la balanza hacia la población suní y aún a día de
hoy se siguen concentrando en campos de refugiados con derecho a ejercer
un listado de ocho profesiones. Así comenzaron los enfrentamientos
entre cristianos y musulmanes, que dejarían episodios tan devastadores
como la matanza de los campos de refugiados palestinos de Sabra y
Chatila a manos de los falangistas maronitas, con la complicidad
israelí, que había invadido el país desde principios de los años 80.
La vida política actual libanesa se
divide en dos coaliciones diferentes, el 8 y el 14 de marzo. La
coalición 8 de marzo, pro-siria, pro-Hezbollah que está en el poder
actualmente desde 2009. En el otro lado, la coalición 14 de marzo,
anti-siria, se opone a que Hezbollah mantenga las armas y es considerada
pro-occidental. Estas coaliciones concentran a los partidos que se
rigen por razones comunitarias más que por divergencias ideológicas. Con
algunos matices, no existe ideología, programa electoral, ni
fluctuación de voto. En la mayoría de los casos el voto irá destinado al
líder de la comunidad a la que pertenece.
Cuando aterricé en Líbano, lo primero
que llamó mi atención fue esa división de las que todos hablaban pero
que mi ojo no veía. A mis amigos libaneses les preguntaba, ¿acaso los
cristianos tienen otro dialecto diferente a los musulmanes? ¿Sois
capaces de diferenciar a un musulmán de un cristiano si vas andando por
Hamra Street, en Beirut? En ambos casos las respuestas fueron negativas.
En ese momento no le di la importancia que debía, pero después de estos
meses vuelvo a mis cuestiones iniciales y mi conclusión es que tienen
más cosas en común de las que les separan, pero hasta que no logren
deshacerse de un sistema que les condena a la inmovilidad sectaria, el
equilibrio no será un equilibrio real.
El caso de Líbano es un caso complejo y
donde es difícil afirmar con rotundidad, por lo que todo aquí descrito
debe ser entendido con matices. En palabras de un experto de Oriente
Medio y de política libanesa, Robert Fisk,
“si los libaneses confiaran unos en otros tanto como confían en
Washington, Tel Aviv, Damasco, Londres o París, estarían seguros, pero
el sectario sistema político vigente garantiza que la secularización de
Líbano destruiría la identidad del país. Por consiguiente, la nación
vive en la constante penumbra de la guerra civil.”
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