sábado, 11 de febrero de 2012

Uno de cada tres españoles tiene marcadores genéticos de Oriente Medio o el Magreb

¿Romanos? ¿visigodos? ¿moriscos? ¿judíos?

La cuestión de nuestra herencia étnica y cultural ha sido siempre una cuestión controvertida y polémica,  ue ha sido instrumentalizada en ocasiones con fines no demasiado diáfanos. Suerte tenemos de la genética, que con la infalibilidad de los haplotipos, marcadores mitocondriales, cromosomas Y y demás tecnicismos viene a aclararnos quiénes somos y de donde venimos. Por ello, os presento esta apasionante noticia que nos habla de un estudio internacional que ha analizado el sustrato genético de los españoles, y lo ha comparado con poblaciones del Norte de Africa y de Judíos sefardíes.
Desde el momento en que los Reyes Católicos tomaron la decisión de expulsar a judíos y musulmanes de su Reino, la limpieza de sangre se convirtió en una cuestión fundamental en la sociedad española. Provenir de una familia de cristianos viejos o ser descendiente de musulmanes o judíos suponía obtener un certificado de ciudadanía de primera o de segunda. Esa discriminación ha desaparecido afortunadamente en nuestros días. Pero ¿cuál es en realidad el vestigio genético dejado por ocho siglos de presencia musulmana en España y muchos más de convivencia judía?
La genética aporta algunas respuestas. Científicos de la Universidad de Leicester (Reino Unido) y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona han estudiado el cromosoma Y de los ciudadanos peninsulares y de Baleares y lo han comparado con muestras de norteafricanos y judíos sefarditas para llegar a la conclusión de que uno de cada tres españoles tiene ascendentes moriscos o judíos.
La investigación, publicada por la revista científica ‘American Journal of Human Genetics’, revela que un 10% de la población actual tiene características genéticas propias de los habitantes del norte de África y un 20% de los judíos sefarditas.
Para llegar a esta conclusión, los científicos, liderados por el británico Mark Jobling, llevaron a cabo un análisis del cromosoma Y, únicamente presente en los hombres y que se transmite de padres a hijos, de 1.140 individuos de la península Ibérica y las Islas Baleares.
El investigador de la Unidad de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra Francesc Calafell explica que las muestras analizadas se compararon con las de judíos sefarditas y de individuos del norte de África, que tienen la ventaja de ser muy diferentes a las poblaciones receptoras originarias de la Península Ibérica, por lo que su diferenciación es sencilla.
La investigación se centró en el análisis del cromosoma Y porque no se recombina en la reproducción, lo que hace que sólo las mutaciones lo modifiquen, por lo que los científicos pueden determinar su orden de aparición.
El doctor Calafell matiza que mientras los datos obtenidos para el origen norteafricano apenas arrojan dudas metodológicas y parece plausible que un 10%de la población proceda de musulmanes norteafricanos llegados a la Península a partir del 711, los marcadores genéticos usados para distinguir a la población con ancestros sefardíes pueden producir distorsiones.
En realidad, la pista genética usada en este caso también es compartida por pueblos de Oriente Medio desde Turquía hasta Líbano, con lo que en realidad, ese 20% de españoles que el estudio señala como descendientes de sefardíes podrían haber heredado ese rasgo de movimiento más antiguos, como el de los fenicios o, incluso, primeros pobladores neolíticos hace miles de años.
Pese a la decepción que esto supone para esclarecer la huella real de los judíos en España, el estudio sí arroja curiosas y sorprendentes revelaciones respecto a la presencia norteafricana. Así, por ejemplo, los investigadores encontraron que la presencia de genes norteafricanos es mayor en la mitad occidental (León, Salamanca, Zamora...) de la península que en la oriental (Granada). 
Ese dato concuerda perfectamente con los registros históricos. Tras la revuelta de los moriscos en el siglo XVI, la mayoría de ellos fue deportado de sus lugares de origen en Granada y llevados al exilio al noroeste de España. Quinientos años después, el genoma de los españoles lo muestra: hay más descendientes de moriscos en la plaza de Salamanca que en el Albaición granadino. Calafell también apunta a las deportaciones de moriscos desde las Alpujarras granadinas a ciudades de Castilla y León en el siglo XVI.

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