lunes, 5 de marzo de 2012

Identidades asesinas

Sobre el autor..
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Amin Maalouf (1949- ), escritor libanés de lengua árabe y formación francesa. Nació en Beirut, donde cursó estudios de Economía y Sociología. Escribió artículos sobre temas de política internacional en Al-Nahar. En 1976, en el momento de la guerra civil en Líbano, fijó su residencia en Francia, país en el que continuó su actividad periodística como redactor en jefe de Jeune Afrique.
Comenzó su carrera literaria en 1983 con Las cruzadas vistas por los árabes. Después de esta obra ha publicado León el Africano (1986), basada en la vida de un viajero del siglo XVI; Samarcanda (1988), sobre el poeta persa Omar Jayyam; Los jardines de luz (1991), que recupera la trayectoria de Mani, fundador del maniqueísmo; El primer siglo después de Béatrice (1991); La roca de Tanios (premio Goncourt 1993), libro en el que desarrolla el tema del exilio y la memoria colectiva; Las escalas de levante (1996), una exhortación a la paz entre árabes y judíos; e Identidades asesinas (1999), que ha recibido el premio europeo de ensayo otorgado por la Fundación Charles Veillon. A propósito de este libro, el autor ha manifestado que "la escritura tiene como papel esencial desarrollar mitos positivos" y que "la primera religión del ciudadano es la de la coexistencia".
Además de los textos citados, también se han publicado en lengua castellana La invasión (1994) y El viaje de Baldassare (2001). 
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Identidades asesinas
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El libro comienza haciendo alusión a la propia experiencia del autor, que a lo largo de los años ha tenido que responder a la pregunta: ¿Qué te sientes más: francés o libanés? Él responde que por una parte ha nacido en Líbano, el árabe es su lengua materna, allí pertenecen sus recuerdos de infancia y que por tanto no puede renunciar a esa parte de sí mismo, pero que lleva 22 años viviendo en Francia y la lengua francesa es en la que escribe su obra, así que también siente como suya esa tierra. Su identidad, única, es una mezcla de dos mundos, varias lenguas, tradiciones y culturas. 
La gente parece quedar muy satisfecha con esa explicación, pero acto seguido, se acercan y le preguntan: eso está muy bien, pero EN EL FONDO, ¿Qué te sientes más?
En palabras del autor: "Durante mucho tiempo esa pregunta me hacía sonreir. Ya no, pues me parece que revela una visión de los seres humanos que está muy extendida y que a mi juicio es peligrosa. Cuando me preguntan qué soy en el fondo de mi mismo, están suponiendo que en cada persona hay solo una pertenencia que importe".
Maalouf denuncia que, en la actualidad, a las personas se les impele a definirse a sí mismos con esa supuesta "única identidad" que suele coincidir con una religión, una etnia, una lengua y mostrarla con orgullo frente a los demás. Los que defienden una identidad más compleja se ven marginados. Expone el ejemplo de un joven nacido en Francia pero de padres argelinos. Está claro que comparte dos pertenencias muy claras (sin entrar en religión, orientación sexual, lengua, etc.). Esta realidad, debería ser para él enriquecedora, si pudiera vivirla con serenidad, pero en el momento en el que debe elegir cómo se siente EN EL FONDO: "Si cada vez que se confiesa francés hay quienes lo miran como un traidor, como un renegado incluso, y si cada vez que manifiesta lo que le une a Argelia, a su historia, a su cultura y su religión es blanco de la incomprensión, la desconfianza y el recelo", aparece el conflicto de identidad.
Es sólo un ejemplo, pero para el autor estos conflictos de identidad no son en absolutos insignificantes, puesto que en nombre de la identidad se han cometido algunas de las más terribles masacres de la Historia.
¿Qué es lo innato en la identidad de una persona? Si a un bebé recién nacido se le lleva a otro lugar del mundo y crece y se desarrolla allí, no tendría ningún recuerdo ni ningún sentimiento de pertenencia a su etnia, religión o lengua natal. "Por tanto lo que determina que una persona pertenezca a un grupo es esencialmente la influencia de los demás; la influencia de los seres cercanos (familiares, compatriotas, correligionarios) que quieren apropiarse de ella, y la influencia de los contrarios, que tratan de excluirla". La identidad se va construyendo poco a poco a base de elecciones, imposiciones y renuncias, y también por medio de las heridas en el orgullo que se van sufriendo a lo largo de la vida por cualquier cuestión relativa a la identidad. 
"Cuando alguien ha sufrido vejaciones por su religión, cuando ha sido víctima de humillaciones y burlas por el color de su piel o por su acento, o por vestir harapos, no lo olvida nunca".
Las personas suelen sentirse, además, más apegadas a la parte de su identidad que sienten más atacada. Cuando es una comunidad y no sólo una persona la que se siente herida, inevitablemente surgen cabecillas que instan a la venganza, a exigir respeto o a utilizar métodos extemos para reivindicar su identidad. En ese momento puede estallar una guerra. "Porque pase lo que pase los OTROS se lo han merecido y NOSOTROS no olvidaremos todo lo que hemos tenido que soportar". Los ejemplos son tantos a lo largo de la historia que seguro que les vienen a la cabeza muchos ejemplos, en toda época y lugar. Desde la barbarie nazi, al genocidio de Ruanda o la guerra de la ex yugoslavia (por mencionar conflictos recientes).
No son casos aislados. "El mundo está lleno de comunidades heridas, que aún hoy sufren persecuciones o que guardan el recuerdo de antiguos padecimientos, y que sueñan con obtener venganza. No podemos seguir siendo insensibles a su calvario, no podemos por menos de apoyarlas en su deso de hablar en libertad su lengua, de practicar sin temor su religión o de conservar sus tradiciones. Pero de esa comprensión derivamos a veces hacia la INDULGENCIA. A los que han sufrido la arrogancia colonial, el racismo, la xenofobia, les perdonamos los excesos de su propio arrogancia nacional, de su propio racismo y de su propia xenofobia, y precisamente por eso nos olvidamos de la suerte de sus víctimas, al menos hasta que corren ríos de sangre."
No hay que irse, sin embargo, a situaciones tan extremas para observar este fenómeno. En el mundo hay muchos lugares donde existen tensiones de este tipo: quebequenses y angloparlantes en Canadá, valones y flamencos en Bélgica, griegos y turcos, chinos y malayos, inmigrados y población local...
Pero también en todas las comunidades hay personas que poseen una identidad compuesta, personas "fronterizas", como el joven francés del ejemplo. Esas personas tendrían que poder ser un enlace entre ambas comunidades, ya que si por el contrario no pueden vivir su complejidad en libertad figurarán entre las filas de los más violentos que "matan" por su identidad o por hacer desparecer esa parte de ellos mismo que han llegado a odiar.
En la sociedad actual donde el fenómeno de la inmigración es una realidad de dimensiones hasta ahora nunca conocidas, este tipo de reflexiones son más necesarias que nunca. Para reducir los conflictos la palabra clave en opinión del autor es "RECIPROCIDAD". Si el inmigrado siente que su nuevo país le pertenece que las leyes son las suyas, que forma parte de él, podrá criticar lo que no le guste. Si ese país le acepta con sus singularidades, como miembro de pleno derecho, entonces podrá rechazar aspectos de la cultura que sean incompatibles con sus leyes y sus principios. 
"El derecho a criticar al otro se gana, se merece."
"Para ir con decisión en busca del otro, hay que tener los brazos abiertos y la cabeza alta, y la única forma de tener los brazos abiertos es tener la cabeza alta. Si a cada paso que da una persona siente que está traicionando a los suyos, que está renegando de sí misma, el acercamiento estará viciado; si aquel cuya lengua estoy estudiando no respeta la mía, hablar su lengua deja de ser un gesto de apertura y se convierte en un acto de vasallaje y sumisión".

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