La literatura, el cine y la
televisión nos han familiarizado con realidades que hasta ahora parecían
inaccesibles, pero que hoy están al alcance de cualquier viajero medio.
Paquetes turísticos de precio moderado permiten a millones de personas
desplazarse a países en desarrollo de África, Asia y América Latina. En
ocasiones, estos turistas quieren ir un par de pasos más allá de la ruta
monumental. Una visita a Kenia, Brasil o India puede permitirnos
conocer ‘in situ’ escenarios que hemos visto decenas de veces en
películas como El jardinero fiel (barriada de Kibera), Ciudad de Dios (favelas) o Slumdog Millionaire (suburbios de Bombay). Es lo que se conoce como ‘Turismo de pobreza’.
“¿Educativo y filantrópico, o voyeurista y explotador?”, se preguntaba recientemente un artículo
de BBC Travel. Las numerosas compañías y organizaciones que han
incorporado esta posibilidad en sus paquetes turísticos defienden el
valor económico y personal de las visitas. Para familias cuyos ingresos
semanales son equivalentes al valor del menú que consumirá cada turista
esa misma noche, la posibilidad de embolsarse un ingreso extra mostrando
el patio de su casa supone una rara oportunidad. Desde el punto de
vista del visitante, la experiencia de pisar brevemente un terreno que
hasta ahora solo había visto en los folletos de su ONG local puede
ayudar a desmontar algunos mitos sobre estos lugares.
Como señalaba a la BBC Marcelo Armstrong, fundador del Favela Tour
en 1992: “Las favelas son mucho más que un lugar pobre en el que vive
gente pobre. Desde luego, es un lugar con muchos problemas sociales,
pero también muy representativo de nuestra sociedad y nuestra cultura”.
Como Armstrong, otros muchos emprendedores sociales se han atrevido a
ofrecer estas ‘ventanas’ a la realidad en la que vive medio mundo y que a
menudo tiene muy poco que ver con los entornos más turísticos de estos
países.
Pero los riesgos son evidentes. Nadie garantiza que el precio de
estos particulares tours vaya a acabar en las manos de las comunidades a
las que se visita. Y lo que es peor, existe el riesgo de caer en una
especie de ‘pornografía social’ en la que los habitantes de una barriada
latinoamericana o de una aldea paupérrima de África sean observados y
fotografiados como elefantes en un zoológico. La ONG británica Tourism Concern,
informa a través de su página de las condiciones que permiten a un
turista viajar a países pobres sin pisotear la dignidad de sus
habitantes. Entre ellas, elegir muy bien el tour-operador y evitar los
‘viajes de culpabilidad’, en los que los turistas son sometidos a un
aldabonazo emocional sin conocer todo lo que las comunidades están
haciendo para escapar de la pobreza.
Kibera Tours y Reality Tours and Travel ofrecen visitas a las barriadas de Kenia y a la "India real". La catalana Rikitikitavi
desarrolla actividades de “turismo solidario” en destinos tan diversos
como Nepal, Uganda o Etiopía. Países como Costa Rica han establecido
importantes redes de Turismo Rural Comunitario
en las que la ética, la ecología y la diversión parecen haber
encontrado un punto en común. Incluso existe la posibilidad de realizar
experiencias breves de voluntariado a través de campos solidarios como los que organiza la ONG española Setem.
Son solo una muestra. Cualquier viajero responsable tiene hoy a su
alcance la información y la infraestructura que necesita para planificar
un ‘turismo de pobreza’ que le ayude a entender mejor el mundo en el
que vive. No hay nada insultante en acercarse con respeto a unas
comunidades que, a partir de ese momento, podrían jugar en nuestras
vidas un papel mucho más relevante del que han tenido hasta ahora.
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