Una nueva película replantea la historia del autor más importante de habla inglesa y sugiere que no escribió ninguna de las obras que se le atribuyen.
Al estilo de los Montescos y los
Capuletos, las dos familias rivales de Romeo y Julieta, académicos y
expertos de todo el mundo han discutido la identidad de William
Shakespeare por más de 150 años. Tal es la pasión que despierta el tema
que recién empezó a rondar la teoría de que era un fraude, apareció una
mujer que por poco logra exhumar su cadáver. Hace apenas unos años,
cerca de trescientos actores y profesores también se unieron para firmar
una declaración en la que ponían en tela de juicio a una de las más
grandes figuras de la dramaturgia mundial. Porque si bien nadie duda de
que Shakespeare efectivamente fue un actor nacido en
Stratford-upon-Avon, para algunos no hay pruebas suficientes de que haya
escrito obras cumbres de la literatura como Hamlet o Sueño de una noche
de verano.
La pelea revivió
de nuevo por cuenta de la película Anonymous (Anónimo), que señala que
Edward de Vere, conde de Oxford, es el verdadero autor de las 36 obras,
154 sonetos y dos poemas narrativos atribuidos a Shakespeare. La
cinta, que se estrenó en Estados Unidos y Europa el 28 de octubre del año pasado, ha
levantado polémica porque muestra al autor de habla inglesa como un
bufón ignorante únicamente interesado en la fama y el dinero. Hay
quienes sostienen que su director, el alemán Roland Emmerich, solo
quiere simular el éxito que tuvo en taquilla con cintas como Godzilla,
Día de la independencia o El día después de mañana. De hecho, aparte de
la película, también realizó un documental que espera distribuir en los
colegios con el fin de cuestionar el discurso oficial que se enseña en
los salones de clase.
Para probar su teoría, Emmerich alega que
no existe ningún manuscrito original del Bardo de Avon y, además, en su
testamento no menciona ninguna de sus creaciones. La explicación que más
fuerza ha tomado estos días es que el autor de Macbeth o Julio César
debía tener un conocimiento mínimo en materias como historia, literatura
clásica, latín, derecho y etiqueta, algo a lo que Shakespeare nunca
tuvo acceso porque no pertenecía a la clase alta inglesa. Por el
contrario, solo asistió a la escuela secundaria de su ciudad natal, y
sus padres no pudieron pagarle la universidad.
El cineasta y los
partidarios de Oxford también creen que existen coincidencias entre la
vida del conde y la obra firmada por Shakespeare, no solo por la
similitud entre algunos personajes de los textos y familiares del noble,
sino por su perfil de trotamundos, experto en leyes y mecenas de
compañías de teatro. Pero, entonces, ¿por qué decidió regalarle el
crédito a un actor provinciano? Según William Leahy,
profesor de la Escuela de Artes de la Universidad de Brunel y director
de una maestría sobre el tema, "en esa época no era bien visto que los
aristócratas escribieran piezas teatrales, de modo que De Vere prefirió
mantenerse en el anonimato para evitar la vergüenza pública". Otro dato
revelador es que el conde se hacía llamar "spear shaker" (un juego de
palabras que significa 'agitador de lanzas') para despistar a sus
enemigos.
Sin embargo, los académicos que defienden la autoría
de Shakespeare consideran que pese a que este provenía de una familia
modesta (su padre era un comerciante de textiles y su madre había heredado
una pequeña fortuna), a los 13 años ya podía leer a Virgilio, Cicerón y
otros pensadores romanos debido a que la educación pública de entonces
era muy avanzada. El hecho de que no tuviera sangre azul tampoco era un
inconveniente ya que, como integrante de la compañía de actores King's
Men, solía codearse con la reina Isabel I y otros cortesanos durante las
presentaciones.
"Hay suficientes pruebas de que él era un
escritor y dramaturgo. Varios autores reconocieron su trabajo en vida e
incluso su rival, el poeta Ben Jonson, lo llamó 'el cisne de Avon' en el
prólogo del primer folio de sus obras", explicó Stanley
Wells, una autoridad en el tema y presidente de la organización
Shakespeare Birthplace Trust, que se encarga de preservar el legado del
escritor en Stratford. El detalle que pone en serios aprietos la teoría
de Oxford y con el que varios expertos han tratado de poner fin al
debate se basa en la inexactitud de fechas: el conde murió en 1604, es
decir, mucho antes de que salieran a la luz algunas de las piezas más
famosas de Shakespeare, quien falleció en 1616.
Con ese mismo
argumento se desvirtuaría la idea según la cual Christopher Marlowe
también pudo haber usado ese seudónimo para publicar, pues murió 23 años
antes que 'el hijo de Avon'. Las especulaciones no paran ahí y otros
han llegado a afirmar que el filósofo sir Francis Bacon es el verdadero
genio de La tempestad, pero jamás quiso admitirlo porque habría
entorpecido su aspiración de llegar a ser canciller de Inglaterra. La
lista de posibles candidatos es interminable (Wells asegura que se han
postulado 77 nombres) y aún no se advierte ninguna solución al misterio.
Tal vez, como explica Leahy, es muy posible que en las obras de
Shakespeare hayan intervenido otros actores y escritores, tal como
ocurría en las tablas en aquella época. La polémica continúa y, por lo
pronto, solo ha servido para reafirmar su leyenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario