Uno reconoce a las personas inteligentes por sus
respuestas.
A los sabios se los reconoce por sus preguntas.
El pasado 11 de diciembre se conmemoraba con diversos actos alrededor del mundo el centenario del nacimiento del escritor egipcio Naguib Mahfuz.
Si hay un país que brilla por su riqueza cultural
y su historia, es Egipto. El país de los faraones. Un pueblo en constante
movimiento que vive al ritmo del prestigio de sus dirigentes, la decadencia de
dinastías interminables y las injerencias de otras naciones.
2011 ha sido un año de grandes cambios. Las
revoluciones árabes han marcado el norte de África con un baile contagioso de
revueltas y, siendo una de las dictaduras más arraigadas, Egipto ha caído en la
tormenta de la manera más apasionada. La libertad se ha impuesto a la
autocracia. El deseo de la juventud ha desquiciado los planes de unos dirigentes
corruptos y distanciados de la base. Todo esto quedará reflejado en la
literatura de los próximos años. Esa literatura que recoge los últimos avances
sociales, que se alimenta de las vivencias y retrata los sentimientos de muchos
anónimos.
Con el deseo de conocer más de este país, nos
acercamos a uno de sus máximos representantes: el premio nobel de literatura,
Naguib Mahfuz. Un hombre que renovó las letras árabes con una obra moderna y
prolífica, basada en la inmensa historia de su país pero, también y sobre todo,
en la realidad de una sociedad marcada por el colonialismo, la religión, el
nacionalismo, el excesivo poder de sus elites y la escasa educación de las
bases.
Nacido en 1911 en la ciudad de El Cairo, Mahfuz
compagina desde muy temprano su actividad literaria con su puesto de
funcionario en el ministerio de Asuntos Religiosos. Con un gusto notable por el
detalle, rescata algunos de los momentos más destacables del Egipto faraónico,
consagrándose como un autor de novelas históricas. Luego, aborda una fase de
realismo que le llevará a escribir una de las trilogías más destacables del
panorama literario, compuesta de “Entre dos Palacios” (1956), “La azucarera”
(1956) y “Palacio del deseo” (1957). La mayor parte de su obra describe la
ciudad de El Cairo que tan bien conoce y de la cual se ha distanciado en
contadas ocasiones. Mahfuz es un escritor que ha viajado poco y que, sin
embargo, ha sabido construir una obra universalmente reconocida, construida
sobre una perspectiva crítica y progresista. En ella se encuentran las claves
para conocer el Egipto de hoy y el de los próximos años.
El Antiguo Egipto
En “Akhenatón” (1985), Naguib Mahfuz retrata una
de las épocas más interesantes de la historia egipcia con la llegada al trono
de un faraón obnubilado por sus creencias y el deseo de reformar toda una
sociedad. Su iluminación le lleva a imponer una deidad a la que pocos egipcios
pueden entender y forzar el traslado de la capital a una zona retirada que más tarde
recibe el nombre de Ajetatón. En pleno siglo XV antes de Cristo, el país de los
faraones expone un grado de organización incomparable, con sus diferentes
estratos sociales, ministerios religiosos y económicos, pero también unas
costumbres milenarias que vertebran el día a día de todos sus habitantes. Un
joven investiga el legado de Akhenatón unos años después de su muerte y
descubre los secretos de unos tiempos marcados por el miedo y la incertidumbre.
En sus pasos se percibe el esplendor de una civilización trastocada por los
impulsos de un solo hombre y las repercusiones de unos sentimientos
apasionados. “Akhenatón” es el retrato de un gigante en pleno cambio. Un coloso
asustado por sus propios fantasmas.
Otra obra destacable de Mahfuz recrea la belicosidad
y el orgullo del Egipto Antiguo: “La batalla de Tebas”. En esta maravillosa
novela histórica, el autor reconstruye una época inestable en el que Egipto se
enfrenta a la invasión de un pueblo venido del norte: los Hicsos. Las escenas
épicas predominan en un relato sencillo pero eficaz y la trama lineal sirve
para retratar la evolución de los sentimientos patrióticos. El rey de los
Hicsos, Apofis, provoca la muerte del faraón Sekenenre en una batalla
sangrienta que obliga los egipcios a refugiarse en Nubia. Diez años más tarde,
los descendientes del faraón ––Kamose y Ahmose–– se enfrentan a los invasores
para recuperar el prestigio perdido. El relato termina con un triunfo simbólico
que supone el fin de doscientos años de sumisión. Es el reencuentro con
el pasado. La vuelta a la gloria egipcia.
El Egipto del siglo XX
“Entre dos palacios” (1956), la primera obra de
una trilogía publicada entre 1956 y 1957, representa una etapa estilística
importante en la cual Mahfuz eterniza la realidad social de El Cairo. Su
protagonista principal ––el padre de familia Ahmad Abd el-Gawwad–– impone
un control férreo y una moral que choca con su estilo de vida fuera de la casa.
El destino de sus hijos y de su mujer se ven afectados por las exigencias y la
autoridad de un hombre que vive bajo la dictadura de su orgullo y prestigio. La
doble moral se establece como un principio fundamental en un panorama en el que
conviven ––a veces difícilmente–– la vida familiar y las salidas nocturnas en
solitario. El carácter del padre es ambivalente, se impone a través del miedo y
la fuerza, y sin embargo, no puede etiquetarse de hipócrita puesto que, en todo
momento ––y en cualquiera de los lugares en los que se expresa––,
persigue lo que considera mejor para sí mismo, para el resto de sus familiares
y la sociedad en general.
Así pues, la prosa del escritor egipcio retrata
una cultura en la cual el peso de la familia, los criterios religiosos y la
proximidad del vecindario hacen de la cotidianeidad algo extremadamente
inflexible, y muchas veces sofocante. Dentro de esa cotidianeidad, varios
mundos conviven sin nunca conocerse. Las mujeres ven desde el interior de sus
casas, detrás de la ventana, cómo los hombres van a trabajar o sus hijos cogen
el camino de la escuela. Se imaginan la fachada de un monumento y el ruido de
las calles, y esperan a que los hombres vuelvan con las últimas noticias para
comentarlas a la hora del té. Una vida vivida a través de otras miradas.
En el libro de cuentos “Historias de nuestro
barrio” (1975), Naguib Mahfuz ilustra la magia, las paradojas y la
evolución de un barrio de El Cairo. Recoge con gran precisión los tiempos en
los que los ingleses dominaban el país, la revolución que permitió la
independencia, el orgullo y patriotismo que siguieron. Egipto ha pasado por
numerosos cambios políticos a lo largo del siglo XX y todos quedan reflejados
en las páginas de esta magnífica obra. También destacan el poder religioso de
los derviches y las escuelas coránicas, los tabúes de una sociedad donde el
amor sólo puede evidenciarse de ciertas maneras, el orgullo de ser funcionario
y trabajar en un puesto estable, los cotilleos incesantes que marcan la vida de
las familias, el conservadurismo ante ciertas prácticas y costumbres
extranjeras, pero también, el abuso de poder de los futuwwa: esas
figuras que se alzan después de la independencia para defender a los barrios de
posibles amenazas e imponen sus reglas con intimidaciones y violencia. El abuso
de poder es una práctica común que, ante la resignación de los lugareños, se
perpetúa, corrompe y perjudica a los que desean crecer.
" Muchos testimonios lo
proclaman: el callejón de Midaq fue una de las joyas de otros tiempos y brilló
con rutilante estrella en la historia de El Cairo. ¿A qué Cairo me refiero? ¿Al
de los fatimíes, al de los mamelucos o al de los sultanes otomanos? La
respuesta sólo la saben Dios y los arqueólogos. A nosotros nos basta con
constatar que el callejón es una preciosa reliquia del pasado. ¿Cómo podría ser
de otra manera con el hermoso empedrado que lleva directamente a la histórica
calle Sanadiqiya? Además tiene el café que todos conocen como el café de
Kirsha, con muros adornados de abigarrados arabescos. Todo esto con una
antigüedad neta, en estado de ruina y decadencia, y con fuertes efluvios de
medicinas y drogas de otras épocas, que al paso del tiempo se van sustituyendo
por los del presente y los del futuro. "
("El Callejón de los Milagros")
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