En este libro, Sami Naïr nos presenta una serie de testimonios en caliente sobre la situación de los diversos países del Mediterráneo y las relaciones entre estos. Bajo el subtítulo “Las dos orillas del Mediterráneo: ¿un destino conflictivo?” el autor denuncia la ceguera de los poderes y intenta luchar contra los prejuicios que los lectores hayan podido tener hasta el momento revelando lo que en su opinión son las verdades escondidas. Existen dos realidades muy distintas entre las dos orillas del Mediterráneo, la norte y la sur. Pueblos históricamente y culturalmente unidos que las desigualdades económicas han distanciado debido mayoritariamente a la explosión demográfica de los territorios del sur, la inestabilidad política y en algunos casos las guerras territoriales. La obra, publicada en 1998, surge después de la tensión acumulada en los últimos años y las reacciones contra occidente que han incrementado el interés del público en general por este tipo de temas. Cuestiones como la injusticia con el pueblo palestino, el embargo contra el pueblo iraqí, la falta de democracia, la pobreza y la miseria provocan la cólera y la violencia de unas gentes que solo conciben como reacción su odio contra occidente.
El Islam se convierte en un asunto político cuando las capas excluidas de la sociedad toman conciencia de que es su única arma para reivindicarse. Además de la única manera posible de luchar contra la aculturización que la colonización supone en muchos de los casos. Al contrario de lo que se podía esperar, fortaleció la religión y pasó a dar sentido a su desesperación para convertirse en un refugio. Se apoyan tanto en las crisis sociales y la descomposición del sistema político como en la ambigüedad que utiliza el estado con la religión. A todo esto el autor da una serie de posibles soluciones como mostrar la capacidad de resolver la crisis con un programa religioso simplista, la prohibición del uso de la religión como arma política, la remodelación de los programas escolares encaminándolos hacía la secularización y el refuerzo de los derechos de las mujeres. Pero todo ello no es tan fácil de conseguir en países donde los propios individuos tienen dudas sobre su identidad y se encuentran sometidos a un proceso de modernidad que les hace relegar de sus propias culturas.
Unos de los temas que Sami Naïr trata con más profundidad es el de la tragedia argelina. País que emergió en medio del dolor y que durante muchos años tuvo que luchar por su independencia y libertad y todavía 30 años después no ha conseguido su soberanía popular. Todo empezó cuando las elites democráticas proponían libertad de expresión, multipartidismo, liberalismo económico y demás, cuando realmente el pueblo lo que necesitaba eran viviendas y escuelas. Los islamistas supieron captar ese rechazo popular contra el poder y ganaron de manera aplastante en las primeras elecciones libres. El país se sumerge en un espiral de terrorismo y represión que desembocará en una sangrienta guerra civil. Y la única vía de escape radica, según el propio autor, en que la única solución a los problemas de Argelia está en la propia Argelia.
Pero a pesar de todo, ¿cuál es el futuro que le espera al Mediterráneo? Estos pueblos no vivirán hasta que sus habitantes tomen consciencia de los conflictos que les han separado durante tanto tiempo y dialoguen para encontrar juntos los medios adecuados para llegar a resolverlos. Si la Unión Europea realmente quiere hacer frente a la competencia mundial debería ampliar sus relaciones con el sur, pero el Islam percibido con esa imagen tan radicalizada no tiene lugar posible en el proyecto de una Europa blanca, étnicamente pura y confesionalmente unida que muchos defienden. De ahí surge el debate sobre la incorporación de Turquía a la Unión. Su posición geoestratégica supone una ventaja pero su condición religiosa y el carácter autoritario de sus regimenes militares no juega a su favor para la posible incorporación. Aunque parezca irónico, recuerdan a los mismos discursos utilizados por los demás países europeos durante la entrada de España en Europa. Los mismos prejuicios, el mismo complejo de superioridad y el mismo miedo.
¿Tienen los pueblos memoria?
El Islam se convierte en un asunto político cuando las capas excluidas de la sociedad toman conciencia de que es su única arma para reivindicarse. Además de la única manera posible de luchar contra la aculturización que la colonización supone en muchos de los casos. Al contrario de lo que se podía esperar, fortaleció la religión y pasó a dar sentido a su desesperación para convertirse en un refugio. Se apoyan tanto en las crisis sociales y la descomposición del sistema político como en la ambigüedad que utiliza el estado con la religión. A todo esto el autor da una serie de posibles soluciones como mostrar la capacidad de resolver la crisis con un programa religioso simplista, la prohibición del uso de la religión como arma política, la remodelación de los programas escolares encaminándolos hacía la secularización y el refuerzo de los derechos de las mujeres. Pero todo ello no es tan fácil de conseguir en países donde los propios individuos tienen dudas sobre su identidad y se encuentran sometidos a un proceso de modernidad que les hace relegar de sus propias culturas.
Unos de los temas que Sami Naïr trata con más profundidad es el de la tragedia argelina. País que emergió en medio del dolor y que durante muchos años tuvo que luchar por su independencia y libertad y todavía 30 años después no ha conseguido su soberanía popular. Todo empezó cuando las elites democráticas proponían libertad de expresión, multipartidismo, liberalismo económico y demás, cuando realmente el pueblo lo que necesitaba eran viviendas y escuelas. Los islamistas supieron captar ese rechazo popular contra el poder y ganaron de manera aplastante en las primeras elecciones libres. El país se sumerge en un espiral de terrorismo y represión que desembocará en una sangrienta guerra civil. Y la única vía de escape radica, según el propio autor, en que la única solución a los problemas de Argelia está en la propia Argelia.
Pero a pesar de todo, ¿cuál es el futuro que le espera al Mediterráneo? Estos pueblos no vivirán hasta que sus habitantes tomen consciencia de los conflictos que les han separado durante tanto tiempo y dialoguen para encontrar juntos los medios adecuados para llegar a resolverlos. Si la Unión Europea realmente quiere hacer frente a la competencia mundial debería ampliar sus relaciones con el sur, pero el Islam percibido con esa imagen tan radicalizada no tiene lugar posible en el proyecto de una Europa blanca, étnicamente pura y confesionalmente unida que muchos defienden. De ahí surge el debate sobre la incorporación de Turquía a la Unión. Su posición geoestratégica supone una ventaja pero su condición religiosa y el carácter autoritario de sus regimenes militares no juega a su favor para la posible incorporación. Aunque parezca irónico, recuerdan a los mismos discursos utilizados por los demás países europeos durante la entrada de España en Europa. Los mismos prejuicios, el mismo complejo de superioridad y el mismo miedo.
¿Tienen los pueblos memoria?
- Christina Barragán
Universitat de Barcelona
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