“Al hablar de la homosexualidad hablo de la individualidad, de la identidad y de la diferencia”
Hace años el escritor marroquí Abdelá
Taia se quitó la máscara y declaró abiertamente en su país que era
homosexual, algo por lo que todavía allí se puede ir a la cárcel. Ahora,
instalado en París y convertido en uno de los autores más respetados y
reivindicativos, publica en España “Una melancolía árabe”.
Las cuatro novelas que ha publicado
hasta ahora el escritor marroquí Abdelá Taia tienen un protagonista que
se parece mucho, incluso en el nombre, al hombre que nació en 1973 en
una barriada popular de Sale, ciudad muy próxima a Rabat, y que hace
diez años se trasladó a Francia persiguiendo dos sueños: dedicarse al
cine y vivir libremente su homosexualidad, todavía hoy penada con la
cárcel en su país natal.
Abdelá trabaja en la actualidad en un
estudio cinematográfico y ha hecho de su propia experiencia vital la
principal materia prima de su literatura aunque, como destacó el editor
de Alberdania Jorge Giménez Bech, “cualquiera puede escribir sobre
su vida, pero no está al alcance de todos convertir la narración de la
propia experiencia en arte, que es lo que ha logrado Taia”.
Alberdania, que ya publicó en 2007 en castellano y euskera L’armée du salut
(El ejército de salvación y Salbazioko armada, respectivamente),
animada por la buena acogida de aquella iniciativa y apostando por “las propuestas literarias atrevidas”, acaba de editar las traducciones al castellano, al euskera y al catalán de Une melancolie arabe,
publicada el pasado año por la veterana y prestigiosa editorial
francesa Editions du Seuil. Gerardo Markuleta y Patxi Zubizarreta se han
encargado de convertir la obra original de Taia en Una melancolía árabe y Malenkonia arabiar bat, respectivamente.
Una vez más, el protagonista es Abdelá, que en esta novela «cae y vuelve a levantarse cuatro veces»,
en Sale, en Marraquech, en París, en El Cairo…Un libro en el que Taia
se desnuda y hace de su propia biografía el material para una novela en
la que narra la dureza y dificultades de un joven marroquí que despierta
a la vida, cae y vuelve a levantarse. Porque, para el autor, “la literatura es una forma de compromiso, de luchar contra el miedo”.
“Lo que me interesa en la literatura -explica Taia-, es
mostrar mis experiencias, mis verdades, en el plano social, político y
sexual. Interiorizarlas y volver a reinventarlas para crear planos de
distancia”.
“Y en este libro -continúa-, lo importante es la caída de mi cuerpo en cuatro momentos con cuatro resurrecciones”.
La historia comienza con una violación al protagonista, que no llega a
consumarse, y continúa con la influencia que ha tenido sobre el narrador
este hecho frustrado que le llevará a París, Marruecos y El Cairo.
Abdelá Taia se esfuerza por dar toda clase de explicaciones sobre “Una melancolía árabe”,
porque quiere, dice, que el retrato, veraz, intimo y desnudo sobre las
circunstancias que envuelven a un adolescente homosexual marroquí en un
pueblo cercano a Rabat, pobre y humilde, llegue a todo el mundo.
Desde la primera página del libro, el
lector acude al relato, en tono intimo y poético, de un adolescente que a
mediados de los ochenta persigue el sueño de convertirse en director de
cine y que quiere huir de la “vergüenza” de ser un muchacho afeminado. Y para ello, “correr y correr” es la única forma que le queda para afrontar la violencia de su Marruecos natal.
“El protagonista cae, pero se levanta -precisa- porque
está en movimiento frente a la inmovilidad del mundo árabe, que no se
mueve. En el mundo árabe se encuentran dos movimientos, por un lado esos
que generan los violentos nacidos de la frustración y por otro, el
estancamiento que genera el poder y su inmovilismo. Yo no vivo la
homosexualidad como un problema sino como una circunstancia para ver el
mundo de otra manera, fuera del poder y contra el poder”, argumenta.
Según Taia, que ya ha publicado títulos como “Mon Maroc” o “El Ejercito de salvación”,
entre otros, la homosexualidad ya se trataba en la literatura árabe
hace más de diez siglos, y los grandes profesores hablaban de ello. “La
forma de amar de los árabes está influenciada por aquellos poetas de
antes del Islam, pero ahora parece que no quieren oír hablar de ello”.
“Marruecos vive muchas contradicciones -sostiene el escritor-. Se
practica la homosexualidad de forma importante; todo el mundo sabe que
grandes escritores, entre ellos, Paul Bowles, Burroughs, Capote… han
venido al norte de África atraídos por jóvenes marroquíes, y mientras se
habla de la colonización de occidente y de su impureza, no quieren
hablar del tema de cara. Tienen un idea de pureza engendrada por la
religión. Buscan una pureza de raza y buscan encarnar un mal y quizá la
homosexualidad encarne ese mal”, precisa Taia.
A pesar de ello, Abdelá Taia cree que en
Marruecos se están produciendo pequeños cambios, y que lo que hay que
hacer es intentar cambiar la mirada, la percepción social; “para ello -advierte- tiene
que existir gente que encarne este cambio, que elimine la vergüenza y
legitime los derechos a través de la literatura, el cine, la
universidad, etc, y yo humildemente quiero contribuir a ello”, concluye.
Escribir para cambiar
Taia, que hace cuatro años dio a conocer
su homosexualidad en un acto público que tenía lugar en Marruecos, un
atrevimiento poco habitual en un país en el que “oficialmente la homosexualidad no existe» pero, tal como ha escrito el propio Taia, «se vive con mucha naturalidad siempre que se oculte», asume el riesgo de que le consideren un autor vinculado a un único tema. No obstante, asegura que «la homosexualidad no es un gueto, sino una manera de estar en el mundo». En su caso, es también una forma de mirar al mundo y, muy especialmente, al mundo árabe, porque escribe «sobre lo que soy y sobre el mundo al que pertenezco» y cuando erige la homosexualidad en motivo principal de su obra no lo hace «para
impulsar un debate sociológico, sino para hablar de la individualidad,
de la identidad y de la diferencia, de todas las diferencias, que a
muchos les son negadas».
«Los libros deben hablar del sentimiento de diferencia en el mundo», afirma. A los suyos («son cortos, pero me cuesta mucho escribirlos») les reconoce el deseo de inducir al cambio «personal y colectivo», tanto en los contenidos como en la forma de expresarlos, porque «el cambio, la transformación, debe ser validado por el modo de utilizar las palabras».
Él, que pese a proceder de un medio muy humilde consiguió finalizar sus
estudios de Literatura Francesa, ha optado por el francés, no sin
cierto «sentimiento de traición a mis orígenes, porque el francés en Marruecos no es la lengua de mi gente». El suyo es, sin embargo, un «francés en el que el molde del árabe lo impregna todo, porque no creo que hoy en día se pueda escribir como lo hacía Zola» y porque, en su concepción de la literatura, «ésta debe incorporar lo que existe en el mundo».
Taia reconoce que el «estilo fragmentario» de Una melancolía árabe es deudor «del cine y de las instalaciones de video». Su traductor al euskera, Patxi Zubizarreta, destaca, además de la personal mirada de Taia al mundo árabe, su escritura «transparente, cristalina, telegráfica y directa», no muy habitual en la literatura árabe, más dada al ornamento.
Y el autor se prepara para que, en unas
semanas, 50.000 ejemplares de un proyecto colectivo que ha promovido
(una suma de cartas de escritores de origen árabe), se distribuya gratis
entre los jóvenes marroquíes, «a quienes nadie se dirige ni dice nada».
Porque, a veces, «en sueños, me creo un héroe».
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