Sobre el autor..
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Amin Maalouf (1949- ), escritor libanés de lengua árabe y
formación francesa. Nació en Beirut, donde cursó estudios de Economía y
Sociología. Escribió artículos sobre temas de política internacional en Al-Nahar.
En 1976, en el momento de la guerra civil en Líbano, fijó su residencia
en Francia, país en el que continuó su actividad periodística como
redactor en jefe de Jeune Afrique.
Comenzó su carrera literaria en 1983 con Las cruzadas vistas por los árabes. Después de esta obra ha publicado León el Africano (1986), basada en la vida de un viajero del siglo XVI; Samarcanda (1988), sobre el poeta persa Omar Jayyam; Los jardines de luz (1991), que recupera la trayectoria de Mani, fundador del maniqueísmo; El primer siglo después de Béatrice (1991); La roca de Tanios (premio Goncourt 1993), libro en el que desarrolla el tema del exilio y la memoria colectiva; Las escalas de levante (1996), una exhortación a la paz entre árabes y judíos; e Identidades asesinas
(1999), que ha recibido el premio europeo de ensayo otorgado por la
Fundación Charles Veillon. A propósito de este libro, el autor ha
manifestado que "la escritura tiene como papel esencial desarrollar
mitos positivos" y que "la primera religión del ciudadano es la de la
coexistencia".
Además de los textos citados, también se han publicado en lengua castellana La invasión (1994) y El viaje de Baldassare (2001).
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Identidades asesinas
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El
libro comienza haciendo alusión a la propia experiencia del autor, que a
lo largo de los años ha tenido que responder a la pregunta: ¿Qué te
sientes más: francés o libanés? Él responde que por una parte ha nacido
en Líbano, el árabe es su lengua materna, allí pertenecen sus recuerdos
de infancia y que por tanto no puede renunciar a esa parte de sí mismo,
pero que lleva 22 años viviendo en Francia y la lengua francesa es en la
que escribe su obra, así que también siente como suya esa tierra. Su
identidad, única, es una mezcla de dos mundos, varias lenguas,
tradiciones y culturas.
La
gente parece quedar muy satisfecha con esa explicación, pero acto
seguido, se acercan y le preguntan: eso está muy bien, pero EN EL FONDO,
¿Qué te sientes más?
En
palabras del autor: "Durante mucho tiempo esa pregunta me hacía
sonreir. Ya no, pues me parece que revela una visión de los seres
humanos que está muy extendida y que a mi juicio es peligrosa. Cuando me
preguntan qué soy en el fondo de mi mismo, están suponiendo que en cada
persona hay solo una pertenencia que importe".
Maalouf
denuncia que, en la actualidad, a las personas se les impele a
definirse a sí mismos con esa supuesta "única identidad" que suele
coincidir con una religión, una etnia, una lengua y mostrarla con
orgullo frente a los demás. Los que defienden una identidad más compleja
se ven marginados. Expone el ejemplo de un joven nacido en Francia pero
de padres argelinos. Está claro que comparte dos pertenencias muy
claras (sin entrar en religión, orientación sexual, lengua, etc.). Esta
realidad, debería ser para él enriquecedora, si pudiera vivirla con
serenidad, pero en el momento en el que debe elegir cómo se siente EN EL
FONDO: "Si cada vez que se confiesa francés hay quienes lo miran como
un traidor, como un renegado incluso, y si cada vez que manifiesta lo
que le une a Argelia, a su historia, a su cultura y su religión es
blanco de la incomprensión, la desconfianza y el recelo", aparece el
conflicto de identidad.
Es
sólo un ejemplo, pero para el autor estos conflictos de identidad no
son en absolutos insignificantes, puesto que en nombre de la identidad
se han cometido algunas de las más terribles masacres de la Historia.
¿Qué
es lo innato en la identidad de una persona? Si a un bebé recién nacido
se le lleva a otro lugar del mundo y crece y se desarrolla allí, no
tendría ningún recuerdo ni ningún sentimiento de pertenencia a su etnia,
religión o lengua natal. "Por tanto lo que determina que una persona
pertenezca a un grupo es esencialmente la influencia de los demás; la
influencia de los seres cercanos (familiares, compatriotas,
correligionarios) que quieren apropiarse de ella, y la influencia de los
contrarios, que tratan de excluirla". La identidad se va construyendo
poco a poco a base de elecciones, imposiciones y renuncias, y también
por medio de las heridas en el orgullo que se van sufriendo a lo largo
de la vida por cualquier cuestión relativa a la identidad.
"Cuando
alguien ha sufrido vejaciones por su religión, cuando ha sido víctima
de humillaciones y burlas por el color de su piel o por su acento, o por
vestir harapos, no lo olvida nunca".
Las
personas suelen sentirse, además, más apegadas a la parte de su
identidad que sienten más atacada. Cuando es una comunidad y no sólo una
persona la que se siente herida, inevitablemente surgen cabecillas que
instan a la venganza, a exigir respeto o a utilizar métodos extemos para
reivindicar su identidad. En ese momento puede estallar una guerra.
"Porque pase lo que pase los OTROS se lo han merecido y NOSOTROS no
olvidaremos todo lo que hemos tenido que soportar". Los ejemplos son
tantos a lo largo de la historia que seguro que les vienen a la cabeza
muchos ejemplos, en toda época y lugar. Desde la barbarie nazi, al
genocidio de Ruanda o la guerra de la ex yugoslavia (por mencionar
conflictos recientes).
No
son casos aislados. "El mundo está lleno de comunidades heridas, que
aún hoy sufren persecuciones o que guardan el recuerdo de antiguos
padecimientos, y que sueñan con obtener venganza. No podemos seguir
siendo insensibles a su calvario, no podemos por menos de apoyarlas en
su deso de hablar en libertad su lengua, de practicar sin temor su
religión o de conservar sus tradiciones. Pero de esa comprensión
derivamos a veces hacia la INDULGENCIA. A los que han sufrido la
arrogancia colonial, el racismo, la xenofobia, les perdonamos los
excesos de su propio arrogancia nacional, de su propio racismo y de su
propia xenofobia, y precisamente por eso nos olvidamos de la suerte de
sus víctimas, al menos hasta que corren ríos de sangre."
No
hay que irse, sin embargo, a situaciones tan extremas para observar
este fenómeno. En el mundo hay muchos lugares donde existen tensiones de
este tipo: quebequenses y angloparlantes en Canadá, valones y flamencos
en Bélgica, griegos y turcos, chinos y malayos, inmigrados y población
local...
Pero
también en todas las comunidades hay personas que poseen una identidad
compuesta, personas "fronterizas", como el joven francés del ejemplo.
Esas personas tendrían que poder ser un enlace entre ambas comunidades,
ya que si por el contrario no pueden vivir su complejidad en libertad
figurarán entre las filas de los más violentos que "matan" por su
identidad o por hacer desparecer esa parte de ellos mismo que han
llegado a odiar.
En
la sociedad actual donde el fenómeno de la inmigración es una realidad
de dimensiones hasta ahora nunca conocidas, este tipo de reflexiones son
más necesarias que nunca. Para reducir los conflictos la palabra clave
en opinión del autor es "RECIPROCIDAD". Si el inmigrado siente que su
nuevo país le pertenece que las leyes son las suyas, que forma parte de
él, podrá criticar lo que no le guste. Si ese país le acepta con sus
singularidades, como miembro de pleno derecho, entonces podrá rechazar
aspectos de la cultura que sean incompatibles con sus leyes y sus
principios.
"El derecho a criticar al otro se gana, se merece."
"Para
ir con decisión en busca del otro, hay que tener los brazos abiertos y
la cabeza alta, y la única forma de tener los brazos abiertos es tener
la cabeza alta. Si a cada paso que da una persona siente que está
traicionando a los suyos, que está renegando de sí misma, el
acercamiento estará viciado; si aquel cuya lengua estoy estudiando no
respeta la mía, hablar su lengua deja de ser un gesto de apertura y se
convierte en un acto de vasallaje y sumisión".
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