Desde aquí todo mi apoyo para Abdennur Prado tras su, a mi parecer, injusto despido. Su compromiso con temas tan comprometidos y controvertidos como la defensa del feminismo y la homosexualidad en el Islam le han creado muchos detractores en estos círculos pero a la vez ha conseguido que muchos otros creamos en su labor. Como él mismo dice, hay cosas peores, y el trabajo bien hecho siempre tendrá un lugar donde lo podamos disfrutar. Os dejo con uno de sus articulos publicados en Webislam.
Desde hace años vengo realizando una investigación
sobre la homosexualidad en el islam, que abarca aspectos doctrinales,
históricos, de jurisprudencia y de hermenéutica coránica. Considero que
no hay fundamento alguno ni en el Qur'án ni en el ejemplo del profeta
Muhammad para una condena de la homosexualidad, entendida como amor
entre dos hombres. Este estudio abarca más de cien páginas, que
resultaría muy difícil resumir ahora. En esta intervención, solo quiero
mostrar mi posición al respecto, advirtiendo a los presentes de que esta
posición no es en absoluto representativa del islam en su conjunto,
sino fruto de una indagación personal cuyos resultados se oponen al
pensamiento dominante. No puede ser de otra manera: cada vez que un ser
humano reflexiona por si mismo entra en oposición con el pensamiento
dominante, pues un pensamiento cuando es dominante se convierte en una
cárcel para la conciencia.
La condena
de la homosexualidad en el islam -repetida una y otra vez por las
autoproclamadas "autoridades religiosas"- se basa en dos argumentos
principales. Por un lado, la supuesta condena a esta tendencia sexual
contenida en el Qur'án, en las aleyas que relatan las transgresiones
cometidas por la gente de Lot. Por otro lado, en la consideración del
matrimonio heterosexual como base del equilibrio y del orden ideal que
debe regir en una sociedad islámica, con una distribución precisa de los
roles que deben asumir el hombre y la mujer. En último extremo este
planteamiento conduce a la total segregación de la mujer.
El
primer punto, sobre lo que se denomina "transgresiones de la gente de
Lut", tal y como se nos muestra en el Qur'án: gentes que practicaban
toda clase de perversiones sexuales. Una lectura minuciosa de estas
aleyas nos lleva a la conclusión de que no hay ni una sola mención
explícita de la homosexualidad, tan solo a la promiscuidad sin freno y a
la violación, además de la trasgresión de las leyes de la hospitalidad.
Cuando el pueblo de Lut (as) quiere tomar a los ángeles de Al-lâh, no
se trata de homosexualidad, sino de un intento de violación. Algunos
confunden lo uno con lo otro, y citan estas aleyas para demostrar que
Al-lâh ha condenado la homosexualidad. Es posible que mi interpretación
esté equivocada, pero se basa en un análisis minucioso y consciente del
Qur'án.
El otro argumento habitual es
de orden social, y es exactamente el mismo utilizado por los sectores
más reaccionarios de otras religiones para condenar la homosexualidad.
Como ejemplo, recordar que el Consejo del Poder Judicial (órgano
consultivo de los jueces españoles) arremetió en enero del 2005 contra
la ley de matrimonios homosexuales, con el argumento de que el
matrimonio es una institución específicamente heterosexual, al estar
basada "en el principio de la complementariedad entre los sexos".
Este
argumento es el mismo que utilizan los ulemas reaccionarios para
justificar la represión de los homosexuales. Tal y como lo describe
Abdelwahab Bouhdiba en La sexualité en Islam (ed. Puf, p. 43): "La
visión islámica de la pareja fundada sobre la armonía preestablecida de
los sexos supone una complementariedad esencial entre lo masculino y lo
femenino. Esta complementariedad armónica es creativa y procreativa.
(...) La bipolaridad del mundo reposa sobre la rigurosa separación de
dos 'ordenes', lo femenino y lo masculino. Todo lo que viola el orden
del mundo no es más que un grave 'desorden', fuente de mal y de
anarquía".
Según esta visión, el
hombre debe actuar únicamente como "hombre", y eliminar de si mismo
cualquier rasgo femenino. La mujer debe actuar según las características
consabidas de "lo femenino": sumisión, pasividad, maternidad,
ternura... El hombre se reserva para si las cualidades activas, de
penetración y de dominio. Ante esta rigurosa polaridad, cualquier
expresión o planteamiento que trate de romper o difuminar la frontera
entre los sexos es vista como una aberración contra natura y, lo que es
peor: como una tendencia destructora de la sociedad. De ahí la doble
condena, moral y penal, a que se ven abocados los homosexuales.
Según
creemos, este tipo de consideraciones son sumamente groseras, y son el
resultado de la incomprensión de la cosmología coránica. En realidad,
ponen en evidencia la ausencia total de espiritualidad en sus
promotores. El hecho de que todo haya sido creado por pares no significa
que haya cosas exclusivamente masculinas frente a otras exclusivamente
femeninas, sino que dentro de todas las cosas creadas existe esa
polaridad:
.
.
Subhana al-ladzî jalaqa al-'azwâja
kul lahâ mim mâ tumbitu al-'ardzu
wa anfusi-him wa mim mâ lâ ya'alamûn.
.
.
Glorificado sea Aquel que ha creado pares
en todo lo que la tierra produce,
y en los mismos egos, y en lo que no conocen.
.
Esta
aleya clarifica que los pares (las polaridades) están en el interior de
todo lo creado. Un par no es únicamente la unión de un varón y una
hembra, sino que los pares habitan en las criaturas: y en los mismos
egos (nafs). El hombre y la mujer forman un par, y en cada uno de ellos
existe la polaridad masculino-femenina. En caso de eliminar uno de estos
dos polos, el par sería destruido y el hombre y la mujer ya no serían
criaturas completas. No hay nada en la Creación que no sea dual, salvo
Al-lâh, quien ha establecido la balanza.
En
la unión amorosa se da esa dualidad: se establecen roles. Esto sucede
tanto en las parejas heterosexuales como en las homosexuales. La unión
amorosa, cuerpo a cuerpo, es la búsqueda de la unidad en algo que está
fuera de nosotros, y sin embargo esta unión nos remite a nuestra propia
interioridad. Si la pareja es la unión entre complementarios, lo
importante no es una supuesta complementariedad física, sino espiritual.
Un hombre que no ama a una mujer no forma una pareja con ella, por
mucho que sus sexos parezcan acoplarse. Dos homosexuales que se aman
forman plenamente una pareja, verifican su unidad en el espejo del
Amado.
Frente a la conciencia de la
unión se sitúa el sueño de la segregación, territorialización de lo
masculino y de lo femenino en ámbitos perfectamente separados. Este
sueño es el fanatismo de los que se niegan a reconocer su propia
feminidad. De ahí las estructuras jerárquicas enteramente masculinas
habituales en diferentes religiones. Esta es la enfermedad de los
guardianes de la fe, los representantes de Dios sobre la tierra. En
relación a la homosexualidad, no pueden aceptar que Dios haya creado un
ser que se les presenta como híbrido, y que rompe sus esquemas
dualistas. Un ser físicamente hombre y espiritualmente mujer: esto
parece contradecir el orden perfecto de las cosas, la utopía de un orden
estático y sin mezcla. Y sin embargo es todo lo contrario: la
homosexualidad es un signo, que viene a poner al descubierto que las
diferencias entre lo masculino y lo femenino no son tajantes, que todas
las criaturas participan de ambas cualidades. Lo femenino y lo masculino
no pueden ser acotados en base a distinciones físicas: hay un carácter
masculino de la mujer y una feminidad en el hombre.
En
realidad, establecer los roles según la apariencia física conduce a
graves desequilibrios: ¿qué importancia puede tener que alguien tenga
pene si no desea a una mujer? En las épocas de represión, muchos
homosexuales se casan con mujeres para salvar las apariencias, llevando a
uno y otro cónyuge a vivir en la infelicidad y frustración de sus
apetitos naturales. Lo importante del matrimonio es consumar la unión
(sexual, intelectual, afectiva) entre complementarios. Desde este punto
de vista, la unión entre un homosexual y una mujer es lo verdaderamente
anti-natural, no conduce a la satisfacción mutua de los cónyuges.
La
homofobia en nombre de la religión es una constante, tanto entre
cristianos, como budistas, hinduistas, musulmanes... A las declaraciones
del Papa hay que sumar las del Dalai Lama, en la revista Odissey: "Los
órganos sexuales han sido creados para la reproducción entre el elemento
masculino y el femenino. Toda desviación a eso es inaceptable. La
homosexualidad es mala". Claro que en el mundo islámico es donde se
llevan la peor parte, a causa de la pervivencia de legislaciones
pretendidamente religiosas.
Según
Human Rights Watch, a principios del siglo XXI existen 83 países donde
la homosexualidad está explícitamente condenada por la ley, 26 donde el
islam es mayoritario. Entre ellos casi todos los miembros de la Liga
Árabe. En algunos países la condena por sodomía (liwat) es la pena de
muerte: Arabia Saudí, Irán, Mauritania, Sudán, Yemen y Afganistán.
Aunque en la mayoría de los casos la pena no se aplica, conocemos casos
de homosexuales ejecutados en los últimos años en Irán, Arabia Saudí y
en el Afganistán de los talibanes.
En
otros lugares, la condena para los homosexuales es la cárcel. En
Malasia, el artículo 377 del código penal castiga con 10 años de prisión
las "conductas antinaturales", y hasta 20 años de cárcel en caso de
"penetración entre hombres". En Pakistán y en Bangla Desh, el código
penal equipara la homosexualidad a la zoofilia, y puede reportar hasta
diez años de cárcel. En Siria y en Jordania la pena es de cinco años, y
en Marruecos, Túnez, Argelia, Irak y Kuwait, de hasta tres años. Aunque
en muchos de estos países existe "tolerancia de facto", estas leyes se
mantienen como una amenaza.
Siendo el
problema judicial gravísimo, no lo es menos el cultural. La homofobia
se extiende como un cáncer entre los musulmanes. El islam, que durante
siglos fue signo de justicia y de progreso, ha sido transformado en una
religión retrograda y cruel hacia las minorías. Los jóvenes musulmanes
que desprecian y hacen la vida imposible a los homosexuales en muchos
lugares del mundo islámico no saben que con su actitud están destruyendo
una tradición de siglos. Aquí, como siempre, la ignorancia es la
culpable de una situación penosa, una ignorancia fomentada por
prestigiosos alfaquíes, instituciones y universidades a través de las
cuales se fomenta la ignorancia y la repetición mecánica de dogmas.
La
persecución de los homosexuales en el mundo islámico es muy reciente, y
tiene que ver con la colonización y la influencia de occidente. Existen
innumerables pruebas de que hasta la colonización la homosexualidad era
plenamente aceptada. Durante las primeras décadas del siglo XX, el
Magreb fue un "paraíso para los homosexuales", que huían de la puritana
Europa en busca de la libertad sexual que se vivía en tierras del islam.
En Marruecos, la homosexualidad es considerada un delito tan solo desde
1972, y esto a causa de la influencia Saudí. En Indonesia (el país con
más musulmanes en el mundo) jamás ha estado prohibida, siendo la escuela
shafi'í mayoritaria.
La aceptación
de la homosexualidad en la historia del islam está ampliamente
documentada, en diferentes épocas y territorios. No era algo oculto o
marginal, sino aceptado socialmente. Los estudiosos occidentales de la
homosexualidad han destacado con asombro la actitud mostrada hacia este
tema en dar al-islam. Merece destacarse la visión de John Boswel sobre
la homosexualidad en al-Andalus de sus obras Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad y Las bodas de la semejanza.
En
la Córdoba califal, los homosexuales habitaban todo un barrio, conocido
como derb Ibn Zaydun. El caso de al-Andalus no es aislado. Existe una
amplia literatura de contenido homosexual en el periodo abbasida, además
de los testimonios de los historiadores. Además de al-Mutamid, existen
otros dirigentes islámicos reconocidos como homosexuales en la historia,
tales como Sultan Mehmet Fatih, conquistador de Constantinopla. En las
crónicas del gran visir Nizam al-Mulk se habla de la homosexualidad como
algo habitual.
Esta actitud abierta
llega hasta los inicios de la colonización. Las obras de los viajeros,
científicos y colonizadores europeos relatan, entre la fascinación y la
sorpresa, el grado de aceptación de la homosexualidad entre los
musulmanes. En la sociedad victoriana, este fue uno de los argumentos
preferidos para mostrar que el islam era una religión lasciva e inmoral.
En la Europa del siglo XXI, se habla de la persecución de los
homosexuales en el mundo islámico para mostrar como el islam es una
religión salvaje y puritana. Entre lo uno y lo otro, algo ha sucedido.
No
podemos citar a todos los estudiosos que han destacado la plena
aceptación de la homosexualidad en la historia del islam. Sencillamente,
son demasiados. En su libro Islamic Homosexualities, Stephen O. Murray y
Will Roscoe dan pruebas amplias de la centralidad del erotismo
masculino adolescente-adulto en los países islámicos. En su traducción
de Las mil y una noches, el aventurero y escritor inglés Richard Burton
describió la sexualidad en el mundo islámico, que recorrió de punta a
punta (llegó a realizar la peregrinación a Meka). La fascinación de
Burton por el islam no estaba exenta de prejuicios y una mirada
fantasiosa. Aún así, su testimonio no puede descartarse por completo: en
Egipto, los adolescentes que buscan hombres frecuentan los baños
públicos, igual que en los tiempos pasados. En Marruecos, los musulmanes
viven abiertamente con adolescentes. En Persia, la práctica es "tan
inherente que está en los huesos".
A
quien nos haya seguido hasta ahora, no le sorprenderá descubrir la
existencia de matrimonios entre homosexuales en el mundo islámico, hasta
bien entrado el siglo XX. La primera vez que dimos a conocer este
hallazgo, causó sorpresa e incluso indignación. A algunos musulmanes les
pareció un disparate, e incluso se me acusó de haberlo inventado. En
concreto, la celebración de matrimonios entre homosexuales musulmanes
está documentada en el oasis de Siwah, situado en el desierto de Libia,
en la actualidad en territorio egipcio.
Es
improbable que se trate de un caso aislado. El día 7 de abril, la
cadena de TV al-Arabiya informaba sobre las penas impuestas a un grupo
de hombres por celebrar un matrimonio gay en Arabia Saudí, en la ciudad
santa de Medina. Los hechos sucedieron en marzo, cuando la policía
interrumpió la celebración de la boda y detuvo a unos 120 hombres,
algunos de ellos vestidos de mujeres. Los jueces han condenado a dos mil
latigazos y dos años de prisión para los cónyuges, doscientos latigazos
para 31 de los asistentes, y un año de prisión para los 70 restantes.
Si hubieran tenido tiempo de consumar el matrimonio, la sentencia podría
haber sido la muerte, tal y como les sucedió a dos hombres el año 2001
en la misma Arabia Saudí. Hace sólo unas semanas nos ha llegado una
noticia semejante de Emiratos Árabes Unidos. Al parecer, doce parejas de
homosexuales estaban preparándose para celebrar su matrimonio cuando
irrumpió la policía.
Si esto llega a
producirse en un contexto en el cual se condena a muerte la
homosexualidad, ¿qué puede haber pasado durante catorce siglos de
tolerancia? Lo extraño sería que esta clase de matrimonios no se
hubiesen producido, y que no se produzcan en el futuro. Dado que en el
islam no es necesario ningún sacerdote para celebrar el matrimonio, un
grupo muy reducido de musulmanes/as puede hacerlo. Al margen de que
consideremos esto lícito o una perversión, es incuestionable que ha
habido y hay musulmanes que lo consideran lícito. La existencia de
"matrimonios entre musulmanes homosexuales" pone en evidencia que la
condena a muerte está muy lejos de ser la única opción posible. En el
terreno del islam siempre coexisten opciones diferentes, algunas veces
tan alejadas entre si que parece tratarse de religiones diferentes.
(Existen ulemas que afirman: "el islam prohíbe la música", pero en otro
lugar leemos: "a ninguna civilización la música ha sido tan
consustancial como a la islámica").
Esta
reflexión se inscribe en una situación precisa. Desde el momento en que
los matrimonios entre personas del mismo sexo han sido legalizados en
España, nada impide que se celebren entre musulmanes/as. Basta que un
solo musulmán reconocido en la categoría de "Dirigente Islámico"
(artículo 3.1 del Acuerdo de Cooperación firmado entre el Estado español
y la Comisión Islámica de España), este dispuesto a celebrarlo para que
tengamos "matrimonios entre hombres (o mujeres) según la sharia", con
plena validez a efectos civiles. Por mi parte, la aceptación del
matrimonio entre hombres está implícita en el contenido de esta charla.
Un
principio de realismo es necesario. Aquellos que condenan moralmente la
homosexualidad no pueden negar que ésta seguirá practicándose. Desde el
momento en que sabemos que la homosexualidad es una constante en la
historia de la humanidad, y que ninguna prohibición humana puede
modificar ni un ápice la Creación de Al-lâh el Altísimo, ¿no es lo
sensato garantizar los derechos de todos los creyentes, sea cual sea su
naturaleza?
A raíz de la persecución,
muchos musulmanes homosexuales se han acostumbrado a una vida sexual
semiclandestina, de modo que no quieren ni oír hablar de matrimonio. Con
ello, no se dan cuenta de que renuncian a algo más que a la aceptación o
al rechazo social de sus tendencias sexuales. La pareja es el ámbito
privilegiado para verificar la complementariedad entre los principios
masculino y femenino. Negar a los homosexuales su derecho al matrimonio
es muy grave, es privarles de un derecho fundamental, de algo que la
tradición islámica reconoce como un gran beneficio. Hay que tener una
base para ello.
El matrimonio es el
hogar, la paz, la satisfacción de los deseos. No es el refugio del ego,
sino su máxima apertura. Es el encuentro entre dos mundos. Cada elemento
de la pareja está conectado con los otros, su círculo inmediato, su
familia. El matrimonio es la interacción de dos mundos, la consagración
de la comunidad y la apertura. Familia, revelación, balanceo de las
fuerzas. Lo propio y lo impropio dejan de ser inmóviles, entramos en lo
otro, vivimos para otro. ¿Qué tiene que ver todo esto con las
características físicas de las personas, con su pene, su ano o su
vagina? Más bien tiene que ver con su grado de conciencia sobre la
realidad que los rodea. Tiene que ver con la capacidad de cada uno de
amar y de entregarse, de fusionarse con el otro. Tiene que ver con su
espiritualidad y la forma como esta se hace cotidiana. Tiene que ver con
la posibilidad de transformar cada uno de nuestros actos en un acto de
'ibada, forma de adoración al Creador de los cielos y la tierra.
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