El premio Nobel de
Literatura, el portugués José Saramago, comparó lo que ocurre
en los territorios palestinos con Auschwitz y en cierta medida es un buen preámbulo
de presentación de su novela. Vivimos en una era del bienestar sinónimo
de ceguera social. Los políticos se afanan en la utilización de
recursos mediáticos (TV, radio, prensa) en favor de las iniciativas más
desastrosas para humanidad. La puesta en escena de la guerra de Iraq y sus consecuencias
(más terrorismo, un nuevo Vietnam para los norteamericanos) es una buena
razón para la relectura de este libro.
Un
hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente.
Es el primer caso de una "ceguera blanca" que se expande de manera fulminante.
Internados en cuarentena o perdido en la ciudad, los ciegos tendrán que
enfrentarse con lo que existe como más primitivo en la naturaleza humana:
la voluntad de sobrevivir a cualquier precio.
"Ensayo sobre la ceguera"
es la ficción de un autor que nos alerta sobre "la responsabilidad
de tener ojos cuando otros los perdieron". José Saramago traza en
este libro una imagen aterradora -- y conmovedora -- de los tiempos sombríos
que estamos viviendo, a la vera de un nuevo milenio. En un mundo así ¿cabrá
alguna esperanza? El lector conocerá una experiencia imaginativa única.
En un punto donde se cruzan literatura y sabiduría, José Saramago
nos obliga a parar, cerrar los ojos y ver. Recuperar la lucidez y rescatar el
afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es también una
reflexión sobre la ética del amor y la solidaridad.
"Hay
en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos", declara
uno de sus personajes. Dicho con otras palabras: tal vez el deseo más profundo
del ser humano sea poder darse a sí mismo, un día, el nombre que
le falta.
Aparte de una reflexión
sobre la ética del amor y la solidaridad, la reflexión de Saramago,
un rebelde "comunista libertario" como él mismo se define tiene
una enjundia social muy fuerte. La sociedad del bienestar y de la información
vive ciega en un mundo artificialmente puesto ante nuestros ojos. Millones de
personas nos ponemos ante la televisión y nos ocupamos de una vida llena
de superfluas actividades a las que la sociedad del consumo nos invita con insistencia.
El bricolaje de nuestra existencia nos somatiza de cualquier preocupación,
de cualquier horror que esté sucediendo en un lugar del mundo, o casi delante
de nuestras propias narices.
Pero... ¿toda la humanidad ciega? La
respuesta es que aceptada la globalización económica, no nos damos
cuenta de que a la vez, tras el 11-S se impone una globalización política.
Todo esto en un marco general de pérdida de valores, donde la denuncia
se va convirtiendo en prioritaria. Esa denuncia permanente de Saramago tiene una
extensión que vemos en los principales medios de comunicación de
forma continua: "La
Iglesia católica nunca ha salido de la caverna"; "la
globalización es un totalitarismo".
En resumen, el autor
recurre a una narrativa y trama aterradora, a un recurso extremo. Al igual que
una grieta abierta espontáneamente a lo largo de los Pirineos provocaba
la separación del continente europeo de toda la Península Ibérica
(La balsa de piedra, J. Saramago), toda la humanidad padece una enfermedad que
le va dejando ciega. El realismo descriptivo de algunos detalles, la crudeza de
la condición humana en situaciones extremas no permite la indiferencia
del lector, de los lectores, presumiblemente "ciegos" en nuestras cómodas
butacas y que Saramago llama a despertar con su novela.
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