"Y si el vino que vosotros bebéis y el labio que apretáis
terminan en la Nada en que todas las Cosas terminan ...
Sí. Entonces imaginad mientras sois, que no sois sino
lo que vos seréis: Nada. No seréis menos"
Regreso a este mi blog después de una larga ausencia. Una ausencia en la que han ocurrido muchas cosas que bien podrían haber sido retratadas aquí y haberlo enriquecido de manera cuantiosa, pero que, por un motivo u otro, he decidido dejar para más adelante. En este tiempo una de mis lecturas fue precisamente esta, la cual llevaba demasiado tiempo esperando, "Samarcanda" de Amin Maalouf. Una vez más, el genio no ha decepcionado, aunque la verdad es que tampoco esperaba menos de lo que finalmente encontré. Con ella volví a soñar con visitar esos lugares, los cuales además he tenido tan cerca de mí últimamente, pero que lamentablemente por la situación actual siguen estando tan lejos de poder ser disfrutados. Pero también son los mismos lugares donde gracias a autores como Maalouf podemos seguir viajando a través de sus páginas. Como siempre, lo que más me ha fascinado es la manera en que Maalouf consigue hacernos adentrar en sus historias, y en concreto en esta ocasión descubrir la vida y obra del para muchos desconocido Omar Khayyam, autor de una de las obras más importantes de la literatura no sólo Oriental, si no también Universal.
"Samarcanda" desarrolla la principal parte de su trama en Persia, y principalmente en dos momentos históricos muy concretos y distantes: el siglo XI, donde Persia se encontraba bajo dominio turco; y principios del siglo XX, donde esta pasa a ser zona de influencia principalmente de la Rusia de los zares.
El punto de unión que une ambas épocas históricas es la obra llamada precisamente “El manuscrito de Samarcanda”, escrita en el siglo XI, y a la que el narrador de la novela, ya en pleno siglo XX, sigue el rastro. De echo, el manuscrito en sí tiene mucho que ver con su propia existencia, y todo ello es lo que dará a la novela un toque de misterio e intriga muy atractivos para el lector.
En realidad, este manuscrito no es ficticio, hoy en día es conocido como “Los Rubaiyyat” de Omar Khayyam. La obra consta de 75 cuartetas, que tras su descubrimiento en el mundo occidental en la segunda mitad del siglo XIX, se convierten en objeto de curiosidad y estudio. Pero, ¿qué eran en realidad esas cuartetas o rubaiyyat? ¿Eran escritos que alababan los placeres mundanos, el culto al hedonismo? ¿o eran en cambio un escrito místico sufí en el que el "vino" es la metáfora del gozo del espíritu y el "amor" la proyección de una idea universal divina generadora de las leyes que lo rigen todo, y en lo que todo acaba?
En realidad, este manuscrito no es ficticio, hoy en día es conocido como “Los Rubaiyyat” de Omar Khayyam. La obra consta de 75 cuartetas, que tras su descubrimiento en el mundo occidental en la segunda mitad del siglo XIX, se convierten en objeto de curiosidad y estudio. Pero, ¿qué eran en realidad esas cuartetas o rubaiyyat? ¿Eran escritos que alababan los placeres mundanos, el culto al hedonismo? ¿o eran en cambio un escrito místico sufí en el que el "vino" es la metáfora del gozo del espíritu y el "amor" la proyección de una idea universal divina generadora de las leyes que lo rigen todo, y en lo que todo acaba?
Amín Maalouf se posiciona en un punto intermedio. Para él Khayyam no sólo fue un poeta, filósofo, sabio y astrónomo persa, también fue “un hombre luminoso en la edad de la oscuridad, que amaba no sólo el conocimiento, la ciencia, la filosofía; sino también la poesía, el amor, la belleza y el vino”. Dice Maalouf de Khayyam: “que tenía valor moral, sin ser un loco o un suicida, y representaba alguno de los más hermosos rasgos de la cultura musulmana”.
El libro es muy rico en todos sus aspectos, no sólo describe a estas ciudades cargadas de historia milenaria, como Samarcanda, Isfahan, Alamut, Shiraz, Estambul, Bujara, Tabriz … algunas de ellas actualmente declaradas Patrimonio de la Humanidad, sino también nos entremezcla de forma muy amena personajes que sí existieron con otros que no, llevándonos de forma muy fiable a un entorno social, religioso, económico y político muy completo.
Cuando la novela relata el siglo XI, el autor consigue unir de forma magistral el relato a través de tres personajes persas claves en la época. Para ello utiliza una leyenda en la cual los tres se encuentran unidos por lazos de la amistad: el mismo Omar Khayyam, que observó el mundo; Nizam Al-Molk, el visir persa que lo gobernó ; y por último, Hassan Sabbah, el ismaelita, que lo aterrorizó.
Si de Omar Khayyam se destacan siempre sus Rubaiyyat; de la figura del visir persa Nizam Al-Molk, podríamos decir que si en Occidente se cuenta con el “El Príncipe” de Maquiavelo como un tratado de gobierno, en Oriente cuentan con “Sisayet Nameh”, el tratado de gobierno escrito por el visir. Por su parte, Hassan Sabbah, conocido también como “el viejo de la montaña”, fue el fundador y por tanto Primer Gran Maestro de la orden de los Asesinos, la secta más temible de la época, con su “reinado de la virtud militante”. Muy curiosa también es la metamorfosis que experimenta la orden con la llegada del Cuarto Gran Maestro como respuesta a la asfixia de generaciones de intolerancia extrema. Aunque por lo visto mucho tendrá que ver en esta transformación el Manuscrito de Samarcanda de Omar Khayyam …
Por último, la novela da un salto hacía principios de siglo XX, en que la influencia de Inglaterra y sobre todo de la Rusia de los zares son de suma importancia en Persia. Aquí también aparece un despliegue de personajes históricos claves en la lucha entre fuerzas internas y externas con el ánimo de establecer una democracia, la cuál en sus inicios resultó ser demasiado frágil. Los retratos del persa Fazel, rico comerciante instruido y uno de los líderes de los partidarios de la Constitución (en el sentido occidental de la palabra, por supuesto); o el norteamericano Baskerville, el cual afirmaba “tengo la profunda convicción que en este comienzo de siglo de que si Oriente no consigue despertarse, pronto Occidente no podrá dormir más”. Frase que en la actualidad también nos deja mucho que pensar a nosotros mismos...
Por último, como curiosidad.. Algo muy interesante que yo misma debía de conocer pero que quizás por no haber cursado la asignatura de "Pensamiento y ciencia en al-Andalus" me debí perder.. OMG!! Omar Khayyam, aunque era persa, escribía en árabe sus tratados de álgebra. En ellos denominó a la incógnita de las ecuaciones: شيء, que en árabe significa “cosa” y se pronuncia “xay'”. Como la Península Ibérica fue la puerta a través de la cual se transmitió el saber musulmán a Europa, la traducción de este texto se realizó en castellano y al transcribir la palabra como “xay'”, el signo internacional se convirtió en una "x". Qué cosas, ¿no?