viernes, 18 de octubre de 2013

Samarcanda


"Y si el vino que vosotros bebéis y el labio que apretáis
terminan en la Nada en que todas las Cosas terminan ...
Sí. Entonces imaginad mientras sois, que no sois sino
lo que vos seréis: Nada. No seréis menos"


Regreso a este mi blog después de una larga ausencia. Una ausencia en la que han ocurrido muchas cosas que bien podrían haber sido retratadas aquí y haberlo enriquecido de manera cuantiosa, pero que, por un motivo u otro, he decidido dejar para más adelante. En este tiempo una de mis lecturas fue precisamente esta, la cual llevaba demasiado tiempo esperando, "Samarcanda" de Amin Maalouf. Una vez más, el genio no ha decepcionado, aunque la verdad es que tampoco esperaba menos de lo que finalmente encontré. Con ella volví a soñar con visitar esos lugares, los cuales además he tenido tan cerca de mí últimamente, pero que lamentablemente por la situación actual siguen estando tan lejos de poder ser disfrutados. Pero también son los mismos lugares donde gracias a autores como Maalouf podemos seguir viajando a través de sus páginas. Como siempre, lo que más me ha fascinado es la manera en que Maalouf consigue hacernos adentrar en sus historias, y en concreto en esta ocasión descubrir la vida y obra del para muchos desconocido Omar Khayyam, autor de una de las obras más importantes de la literatura no sólo Oriental, si no también Universal.


"Samarcanda" desarrolla la principal parte de su trama en Persia, y principalmente en dos momentos históricos muy concretos y distantes: el siglo XI, donde Persia se encontraba bajo dominio turco; y principios del siglo XX, donde esta pasa a ser zona de influencia principalmente de la Rusia de los zares.
El punto de unión que une ambas épocas históricas es la obra llamada precisamente “El manuscrito de Samarcanda”, escrita en el siglo XI, y a la que el narrador de la novela, ya en pleno siglo XX, sigue el rastro. De echo, el manuscrito en sí tiene mucho que ver con su propia existencia, y todo ello es lo que dará a la novela un toque de misterio e intriga muy atractivos para el lector.
En realidad, este manuscrito no es ficticio, hoy en día es conocido como “Los Rubaiyyat” de Omar Khayyam. La obra consta de 75 cuartetas, que tras su descubrimiento en el mundo occidental  en la segunda mitad del siglo XIX, se convierten en objeto de curiosidad y estudio. Pero, ¿qué eran en realidad esas cuartetas o rubaiyyat? ¿Eran escritos que alababan los placeres mundanos, el culto al hedonismo? ¿o eran en cambio un escrito místico sufí en el que el "vino" es la metáfora del gozo del espíritu y el "amor" la proyección de una idea universal divina generadora de las leyes que lo rigen todo, y en lo que todo acaba?
Amín Maalouf se posiciona en un punto intermedio. Para él Khayyam no sólo fue un poeta, filósofo, sabio y astrónomo persa, también fue “un hombre luminoso en la edad de la oscuridad, que amaba no sólo el conocimiento, la ciencia, la filosofía; sino también la poesía, el amor, la belleza y el vino”. Dice Maalouf de Khayyam: “que tenía valor moral, sin ser un loco o un suicida, y representaba alguno de los más hermosos rasgos de la cultura musulmana”.
El libro es muy rico en todos sus aspectos, no sólo describe a estas ciudades cargadas de historia milenaria, como Samarcanda, Isfahan, Alamut, Shiraz, Estambul, Bujara, Tabriz … algunas de ellas actualmente declaradas Patrimonio de la Humanidad, sino también nos entremezcla de forma muy amena personajes que sí existieron con otros que no, llevándonos de forma muy fiable a un entorno social, religioso, económico y político muy completo.
Cuando la novela relata el siglo XI, el autor consigue unir de forma magistral el relato a través de tres personajes persas claves en la época. Para ello utiliza una leyenda en la cual los tres se encuentran unidos por lazos de la amistad: el mismo Omar Khayyam, que observó el mundo; Nizam Al-Molk, el visir persa que lo gobernó ; y por último, Hassan Sabbah, el ismaelita, que lo aterrorizó.
Si de Omar Khayyam se destacan siempre sus Rubaiyyat; de la figura del visir persa Nizam Al-Molk, podríamos decir que si en Occidente se cuenta con el “El Príncipe” de Maquiavelo como un tratado de gobierno, en Oriente cuentan con “Sisayet Nameh”, el tratado de gobierno escrito por el visir. Por su parte, Hassan Sabbah, conocido también como “el viejo de la montaña”, fue el fundador y por tanto Primer Gran Maestro de la orden de los Asesinos, la secta más temible de la época, con su “reinado de la virtud militante”. Muy curiosa también es la metamorfosis que experimenta la orden con la llegada del Cuarto Gran Maestro como respuesta a la asfixia de generaciones de intolerancia extrema. Aunque por lo visto mucho tendrá que ver en esta transformación el Manuscrito de Samarcanda de Omar Khayyam …
Por último, la novela da un salto hacía principios de siglo XX, en que la influencia de Inglaterra y sobre todo de la Rusia de los zares son de suma importancia en Persia. Aquí también aparece un despliegue de personajes históricos claves en la lucha entre fuerzas internas y externas con el ánimo de establecer una democracia, la cuál en sus inicios resultó ser demasiado frágil. Los retratos del persa Fazel, rico comerciante instruido y uno de los líderes de los partidarios de la Constitución (en el sentido occidental de la palabra, por supuesto); o el norteamericano Baskerville, el cual afirmaba “tengo la profunda convicción que en este comienzo de siglo de que si Oriente no consigue despertarse, pronto Occidente no podrá dormir más”. Frase que en la actualidad también nos deja mucho que pensar a nosotros mismos... 

Por último, como curiosidad.. Algo muy interesante que yo misma debía de conocer pero que quizás por no haber cursado la asignatura de "Pensamiento y ciencia en al-Andalus" me debí perder.. OMG!! Omar Khayyam, aunque era persa, escribía en árabe sus tratados de álgebra. En ellos denominó a la incógnita de las ecuaciones: شيء, que en árabe significa “cosa” y se pronuncia “xay'”. Como la Península Ibérica fue la puerta a través de la cual se transmitió el saber musulmán a Europa, la traducción de este texto se realizó en castellano y al transcribir la palabra como “xay'”, el signo internacional se convirtió en una "x". Qué cosas, ¿no?

domingo, 25 de agosto de 2013

El lector de Julio Verne

"Esta es la historia de un niño que leyendo a Julio Verne descubrió cual era la realidad de la España de finales de los años 40" 

Hace ya dos veranos que en circunstancias similares a las actuales leí la primera parte del ambicioso proyecto de la escritora Almudena Grandes titulado "Episodios de una guerra interminable". En aquella ocasión "Inés y la alegría" me sirvió para matar las horas muertas en el trabajo y para descubrir una historia apasionante situada en los oscuros años de la Guerra Civil española. Al menos para mí fue un gran descubrimiento, ya que hasta ese momento nunca había oído hablar de la "Operación reconquista de la Península" y sospechosamente tampoco había aparecido por ningún sitio en mis libros de Historia. 
Sus personajes me conquistaron des del primer momento, igual que lo han hecho en esta ocasión con la segunda entrega, titulada "El lector de Julio Verne". Aunque ambientada en los años de la posguerra, tampoco me ha dejado indiferente y me ha vuelto a hacer reflexionar sobre la credibilidad que le podemos dar a la versión oficial de los acontecimientos que nos han hecho creer siempre. Porque la Guerra Civil y sus luchas derivadas efectivamente no acabaron en el 39. 
Pero quién mejor para describir esta obra que su propia autora, la genial Almudena Grandes, gran apasionada de esta época tan oscura de una historia que aunque parezca que no, todavía está muy reciente. Con ella he podido descubrir personajes e historias que no me han dejado indiferente, y espero que su ambicioso proyecto siga adelante con el éxito que se merece para que podamos seguir reviviendo estas historias a través de su inigualable manera de escribir. 




domingo, 4 de agosto de 2013

El secreto de Tánger

A veces el lugar donde un escritor forja su destino tiene más importancia que su educación o sus lecturas. La ciudad donde nació puede no ser al final el lugar donde afianza su voz, construye su mundo y se convierte para siempre en alguien que, haga lo que haga, está “al otro lado”, pues solo de esa manera es capaz de conectar con su tiempo y mostrarlo. Y hay ciudades fronterizas que parecen imantadas para atraer las diversas virutas de hierro de la literatura. Esas ciudades atrapan al que creyó estar solo de paso y guían su mano, alimentan su pasión por escribir. Así hizo Tánger con Paul Bowles, Alejandría con Lawrence Durrell, Trieste con James Joyce.
¿Qué tiene Tánger?, se preguntaba Mick Jagger al volver de una estancia en sus fauces. ¿Y qué tenían Alejandría, Trieste, Estambul? Estas ciudades nos parecen hoy escenarios nacidos de la misma literatura. Mientras Alejandría se esconde en los versos de Cavafis y Trieste duerme en el humo enfermizo de Italo Svevo, Tánger, como decía Pierre Lotti, posa altiva como una vedette en la puerta de África. Se nos ofrece como la quintaesencia de la traición y el misterio. Ninguna como Tánger ha acaparado tantas ilusiones literarias, tanto énfasis misterioso entre los escritores exiliados-de-sí-mismos. ¿Será quizá porque Tánger, igual que una pirueta en un vuelo nocturno, produce, en palabras de Saint-Exupéry, “hermosos vértigos”? Espejo donde se mira lo ajeno, lo exótico, la ciudad caló en las mentes de los pintores africanistas y de los estetas del orientalismo. En los últimos cien años vio pasar bajo su balcón una miríada de escritores que buscaban en el laberinto algo diferente, digamos Barthes, Beckett, Burroughs, Bowles, Capote, Genet, Ginsberg, Juan Goytisolo, Kessel, Morand, Gertrude Stein, Tennessee Williams, Yourcenar.
La mayoría de ellos eran aves de paso. Algunos, sobre todo los americanos, nunca volvieron. Sin embargo, parecía que Tánger les hubiese otorgado una ciudadanía, un pasaporte. Y se dedicaron a proclamar a los cuatro vientos, remedando al Bogart de Casablanca, que siempre nos quedará Tánger. Una patria de palabras y frenesís desvanecidos. O, como dice Eduardo Jordá, autor de Tánger, “la patria moral que se han buscado todos aquellos que jamás podrán tener una patria”. Pero uno se quedó, negándose a mirar atrás con nostalgia beat.Paul Bowles dijo que Tánger era “una sala de espera entre conexiones, una transición de una manera de ser a otra”. En esa espera vivió cinco décadas. A partir de los setenta se encerró en su pequeño apartamento. Parecía estar por fin de acuerdo con Pascal en que la mayoría de los males les vienen a los hombres por no quedarse tranquilos en casa. Consideraba que el escritor “es un espía enviado a la vida por las fuerzas del más allá”, y “tiene que saber engañar y, en la medida de lo posible, permanecer en el anonimato”. En esto se parecía a Genet. Un día Bowles dejó de escribir sus propios libros y empezó a traducir relatos de amigos marroquíes. Pensaba que adaptar historias del árabe dialectal era “una manera indirecta de crear”. Y de dejar atrás la nostálgica estela de sus compañeros de viaje, anclados en un Tánger que ya no existía y tal vez nunca había existido al margen de la tipografía. Estos relatos mostraban la otra cara de la ciudad: la miseria y el abandono, la orfandad, los humildes placeres cotidianos que contrastaban con los de quienes se sentaban en el café Hafa o en el París a escribir sus sesgadas impresiones. Así lo hizo con Mohamed Chukri, Mrabet y Hamed Charhadi. De la mano de Bowles, la leyenda foránea de Tánger contribuyó a crear otra vía literaria, esta vez local, que perpetuase el inefable misterio gracias a una deconstrucción del colonialismo literario. Porque esos escritores, rescatados del analfabetismo y las esquinas dudosas, no solo empezaron a escarbar en su propia basura, sino que a la par renegaban de la herencia del tío rico que representaba Bowles.
Eduardo Jordá: “Es la patria moral que se han buscado todos aquellos que jamás podrán tener una patria” 
La sombra del autor de la mejor obra extranjera sobre Tánger, Déjala que caiga, con su loro al hombro, es de todos modos alargada. Amor por un puñado de pelos, de Mohamed Mrabet, fue uno de sus primeros experimentos de verter al inglés un relato oral de corte autobiográfico. Es difícil saber cuánto hay de ajeno en esa historia de conjuros amorosos en la que se mezcla el cuento oriental y la mirada de un lascivo puritano.Una vida llena de agujeros, de Charhadi, también tiene el sello inconfundible del americano. Es un libro duro, descarnado, nihilista. El narrador, un joven al que vemos maltratado por su padrastro y por la pobreza, se parece a los personajes de Bowles, empujados por un destino cruel e implacable. La odisea de Ahmed comienza cuando se muda con su familia a Tánger, donde trabaja como pastor y luego en un horno de pan. Tras su primera estancia en la prisión, el descubrimiento de las putas lo vuelve a tumbar. Le encierran en la cárcel de Malabata, se fuga, vuelve a ella y al salir siente que su “corazón es ligero y no le tiene miedo a nada”. Resignado a su suerte, aunque sea una suerte perra, Ahmed fascina por su imparcial relato de los hechos, sin apenas adjetivos, sin juicios. No se trata aquí de picaresca ni de realismo sino del noble arte de fabular lo vivido. Tras el tenso episodio de “El cable”, un Ahmed enamorado acaba siendo lacayo mientras hace de guardián en un café de Merkala, donde Charhadi encontró a Bowles, que puso su arte de narrador al servicio de la voz pura, ambulante, que sabía lo que había que contar y cómo. El tándem Charhadi-Bowles logra aquí un relato ejemplar, soberbio, de esa vida llena de agujeros y de espera.
Contribuyendo a cimentar la leyenda de Tánger desde el lado moro de la barrera, Mohamed Chukri ha jugado a dos bandas, manteniendo una libertad envidiable. Por un lado, su obra contiene el relato de la vida “verdadera” de la ciudad, que se vierte en la novela El pan a secas. Se trata de un relato brutal de su infancia, que empieza con el estrangulamiento de su hermano a manos del padre y se extiende en toda clase de vejaciones, miserias, de modos indignos de supervivencia. Viene a ser la cara más sombría y a veces insoportable (“si no les gustan mis libros, que vayan a protestar al que se inventó Marruecos y se inventó mi vida”, decía Chukri ante una copa de Soberano) de la moneda gastada, cosmopolita, de la ciudad. Por otro lado, Chukri se ocupa del extranjero y se revuelve contra él. No se muerde la lengua al escribir sobre Paul, su amigo americano, “el recluso de Tánger”. Le tilda de “criminal sexual en potencia”, de “rey de la astucia” y adicto al dinero, que siempre deseó vivir “en la penumbra de una gruta” mientras centraba su obra “en el odio del hombre a su semejante”.
Paul Bowles: “Es una sala de espera entre conexiones, una transición de una manera de ser a otra”
Pero el peor pecado que Chukri atribuye a Bowles es que odiaba el país en el que se había refugiado, que creía “habitado por bárbaros e imbéciles”. Para él, Bowles nunca se desprendió de su mirada colonial, algo que sí consiguiera mucho antes el comisionado inglés Samuel Pepys en sus Diarios, donde dejó escrito su aprecio del magrebí y el asco que le producía el caos y la degeneración moral que su país había traído a Tánger. El novelista marroquí quiere en su libro matar al padre literario y al mismo tiempo ofrecerle un homenaje. Al final adopta un formato de diario crepuscular y repasa los personajes que también conoció en la ciudad legendaria, como Burroughs, Capote y Williams. Y concluye, con ironía amarga, que “terminamos por morirnos sin llegar a descubrir el secreto de Tánger”. En otras palabras: no van a ser los escritores autóctonos que maten la gallina de los huevos de oro. La ciudad sigue albergando un secreto que los foráneos no consiguieron robar.
Vuelve a la carga Chukri, esta vez con Jean Genet, que le resulta más próximo. Entre 1968 y 1974 Genet pasa temporadas en la ciudad. Chukri, de una manera muy tangerina, se hace el encontradizo, aunque tampoco es que el autor de Diario de un ladrón se oculte ni oculte las razones por las que viene tan a menudo. En una conversación se queja de que en Tánger “la prostitución crece de una manera vertiginosa” (lo mismo que había visto Pepys tres siglos antes) y Chukri le responde que “ha sido siempre un paraíso para los homosexuales”, que “el colonialismo nos legó esa libertad en el comercio del sexo”. Genet, alojado en el lujoso El Minzha, es aquí un escritor que ha colgado los hábitos y por eso ya no vive peligrosamente. Aunque a veces le sale la vena rebelde que le dio fama y defienda con una sonrisa el robo y la traición, marcas de la casa, es decir, de Genet y de Tánger.
Mohamed Chukri: “Si no les gustan mis libros, que vayan a protestar al que se inventó Marruecos y se inventó mi vida”
Chukri murió a los 68 años dejando una obra valiente, original, que en cierto modo no ha tenido continuadores. En la última década, Ahmed Beroho ha escrito en francés varias novelas elegantes que tienen como telón de fondo la ciudad esfinge.Une saga à Tanger recorre la historia de varias generaciones y se adentra en la crónica familiar, mientras queLes Mystères de Tanger aborda la novela negra de las mafias locales y del integrismo religioso que tanto despreciaba Chukri y no consiguió tapar su boca ni cambiar sus costumbres.

Cuenta Jordá que como se sabía amenazado por su tendencia a beber y su promiscuidad con mujeres, amén de su ateísmo, el autor de Tiempo de errores mandó el recado a sus enemigos de que si querían ir a por él cada mañana estaba de once a una en el café Ritz. Pero que no lo pondría fácil porque tenía un cuchillo. El cuchillo era, por supuesto, la lengua afilada de Chukri, su memoria llena de rabia, ávida de justicia. Él tenía una relación de amor-odio con Tánger parecida a la de Thomas Bernhard con Salzburgo. En Rostros, amores, maldiciones el marroquí la tilda de “vieja decrépita, obesa, repugnante y cubierta de mierda”, y luego confiesa que pese a todo “nunca estaré en contra de ella: no renegaré de nuestra antigua convivencia, porque le debo mucho, por los tiempos en que fue mi bienhechora, también aliada; por los tiempos en que me apoyó, en la dificultad y en la incertidumbre”. Bernhard, en cambio, consigue ser un ingrato hasta el final. Pero la ingratitud es privilegio de los nativos. Joyce, por ejemplo, odiaba Dublín y adoraba Trieste, otra ciudad fronteriza. En Trieste, donde vivió 16 años, su arte y su vida brillaron igual que una cerilla al prender y antes de ir apagándose poco a poco. Como Bowles, como Tánger.
Publicado en ElPaís por José Luís de Juan

domingo, 28 de julio de 2013

Islamistas en la encrucijada


Hoy tenía la intención de comenzar uno de aquellos libros que adquirí una mañana de domingo en el mercado de antigüedades de la catedral de Tarragona. "El imperio frente a la diversidad del mundo" del politólogo francés de origen argelino Sami Naïr, cuya obra "Las heridas abiertas" ya había leído durante la carrera. Por el color de sus hojas y su precio podría parecer un libro antiquísimo, pero realmente fue publicado en 2003. Finalmente, quizás por la pereza típica de los domingos, el libro sigue en el mismo lugar donde lo dejé.. Pero hojeando El País esta misma mañana he encontrado este artículo del mismo autor donde, como siempre elocuente y locuaz, describe de una manera muy certera la situación actual en Egipto

"El golpe de Estado del Ejército egipcio tendrá consecuencias temibles en el proceso revolucionario en marcha desde hace casi tres años en el mundo árabe. Se inscribe en la misma línea de reacción que la de los militares en Siria. Pero la situación egipcia es más emblemática, porque muestra cómo las fuerzas democráticas, para enfrentarse a los islamistas, no han dudado en apoyar el golpe, lo que constituye un giro fundamental en el futuro de los países árabes. Ello quiere decir, al menos en Egipto, que los partidarios de la modernidad, de la laicidad y del progreso demuestran que no pueden hacer frente a los islamistas en el poder; que no pueden asumir una legislatura de los islamistas; que prefieren recurrir a los militares que les han oprimido en el pasado para evitar padecer el yugo de los religiosos, potencialmente totalitarios. Así pues, esta es la estructura de la tragedia en la que se encuentra atrapada la democracia en todos los países árabes. Las tres fuerzas sociológicas centrales en estos países, y de las que Egipto es la quintaesencia —a saber, el pueblo excluido desde siempre y que durante la transición democrática aportó un apoyo masivo a los islamistas; los militares que ostentan el monopolio de la fuerza represiva, que han servido de columna vertebral a todas las dictaduras desde hace más de medio siglo; y las fuerzas modernistas laicas y democráticas—, demuestran, a través del ejemplo egipcio, que no aceptan el juego “mayoritario-minoritario” de la práctica democrática.
En el fondo, tenemos que vérnoslas con transiciones democráticas sin demócratas. Por eso los militares pueden retomar el mando con tanta facilidad. Ya quedó demostrado con la experiencia argelina: los islamistas habían ganado democráticamente las elecciones en 1991, pero los militares les impidieron llegar al poder. Las capas medias democráticas respaldaron entonces a estos últimos, por temor a padecer una regresión religiosa de la que el modelo iraní era el ejemplo. De ahí, una guerra civil terrible (más de 300.000 muertos) y el poder consolidado del Ejército con el apoyo real de la mayoría de la población argelina. Conclusión amarga: si hay democracia, debe por tanto ser reservada a algunas capas sociales y excluir de golpe todo aquello que, de cerca o de lejos, pueda tocar lo intocable: el poder del Ejército.
¿Pasarán los islamistas a la revuelta armada? Es muy improbable, salvo si los militares intentan destruirlos como partido. Si cometen este error, provocarán inevitablemente una alianza entre los Hermanos Musulmanes y los salafistas del partido Nur, los cuales, desde luego, van a temer recibir el mismo trato. De momento, los Hermanos rechazan participar en el proceso electoral, mientras el Ejército no haya, tal y como exigen, “devuelto el poder a Morsi”.Egipto se encuentra en una situación similar a la de Argelia en los noventa. ¿Nos dirigimos por ello hacia una guerra civil? Nadie lo puede afirmar, pero lo que sí es seguro es que los Hermanos Musulmanes van a padecer un periodo muy difícil: deben hacer autocrítica interrogándose sobre su capacidad para engendrar un apoyo que vaya más allá de sus propias bases. No pueden gobernar democráticamente las sociedades solo desde su islamismo conservador; estas son, ciertamente, islámicas pero también posislámicas en el sentido de que no van a aceptar un poder de naturaleza religiosa. La ideología política islamista ha fracasado en Egipto. No habrá vuelta atrás.
Reivindicación suicida, ¡pues el Ejército no ha destituido a Morsi para confirmarlo de nuevo en su puesto! Los Hermanos se condenan así a la impotencia política y, sobre todo, se niegan toda posibilidad de ampliar sus bases en dirección a las fuerzas democráticas. De hecho, se encuentran en una encrucijada: o aceptan el Estado civil, o se condenan a no formar parte de una alternativa más amplia frente al autoritarismo militar. En Egipto han perdido la batalla como partido hegemónico. Y en el resto del mundo árabe los militares han trazado su estrategia frente a los islamistas: no permitirán que la religión sea motivo de enfrentamientos en la sociedad. Pero la vuelta del Ejército a primera línea no significa que los problemas sociales desaparezcan. Y, desgraciadamente, la inestabilidad seguirá."
Con todo ello, me viene a la cabeza un documental que vi hace poco sobre el asesinato del presidente egipcio Anwar el-Sadat en 1981.. Las imágenes hablan por sí solas y demuestran el brutal papel que ha jugado desde siempre el ejército en Egipto, montando y desmontando a su antojo los acontecimientos. Los islamistas no han encontrado la solución para los graves problemas que sufre desde hace décadas la sociedad egipcia, como tampoco lo hará el ejército. Así precisamente no es como se llega a la democracia, mientras unos y otros sigan jugando al gato y al ratón, la inestabilidad y el temor a una guerra civil continuarán vigentes ahogando cada día un poco más a este país situado a la orilla del Nilo.


domingo, 21 de julio de 2013

Network

"No existen naciones, no existen pueblos. No hay rusos, no hay árabes, no existen terceros mundos ni Occidente. Existe únicamente un gran sistema de sistemas, un basto y salvaje entretejido, intercalado, multivariable, multinacional dominio de dólares, petrodólares, electrodólares, multidólares, marcos, yens, libras, francos y rublos. Es el sistema internacional monetario que determina la totalidad de la vida en este planeta. Ese es el orden natural de las cosas de hoy día. Esa es la estructura atómica, subatómica y universal que configura las cosas de hoy día. Usted se ha entrometido con las fuerzas primitivas de la naturaleza y usted debe repararlo. Usted aparece en su pequeña pantalla de 21 pulgadas y grita sobre América y la democracia. No existe América, no existe la democracia. Solo existe la IBM, la ITP, la AITT, Dow, Exon,... esas son las naciones del mundo hoy día. De qué hablan los rusos en sus consejos de estado? De Karl Marx? No, de sistemas de programación lineal, de teorías sobre estadística, de problemas económicos. Y computan costos de sus transacciones e inversiones como lo hacemos nosotros. No vivimos en un mundo de naciones e ideologías, el mundo es un colegio de corporaciones inexorablemente dirigido por los estatus inmutables de los negocios. El mundo es un negocio, lo ha sido des de que el hombre salió arrastrándose del barrio y nuestros hijos vivirán para ver eso. Un mundo perfecto en el que no habrá guerra ni hambre, presión ni brutalidad. Una basta y ecuménica compañía asociada en el que todos los hombres trabajarán para conseguir un beneficio común. En la que todos los hombres poseerán una cantidad de acciones, en la que se les cubrirán todas las necesidad, se les moderarán todas las ansiedades y les divertirán para que no se aburran"
(Network, 1976)

miércoles, 10 de julio de 2013

Égypte: un coup d’État reste un coup d’État

Artículo colectivo publicado en etatdexception.net hace unos días. Realmente da para pensar en el tema y replantearme la alegría que sentí con la caída de Morsi. Como dice, un golpe de estado es siempre un golpe de estado. 

Les insurgés de la « dialectique » et les sophistes de la « révolution permanente » pourront éternellement construire de fumeux raisonnements pour nous expliquer que « la révolution ne fait que commencer » ou que le « processus révolutionnaire se poursuit » en Égypte et dans les pays arabes. Ils pourront toujours s’enthousiasmer sur le « Grand soir » des casernes du Caire, qui fera « table rase » d’un passé impur, parce que pas assez occidentalisé. Ils pourront toujours revêtir tous les masques interchangeables qu’ils souhaitent, le « démocrate » ou le « révolutionnaire », le « libéral» ou l’« anticapitaliste ». Ils pourront… mais « les faits sont têtus ».
L'armée égyptienne vient de renverser un président élu démocratiquement au nom d’une soi-disant prise en compte des « revendications du peuple ». Comment peut-on tolérer que l’armée de la dictature du général Hosni Moubarak puisse renverser un président élu ? Comment peut-on encore maintenir l’illusion que cette armée défend la démocratie et les revendications populaires ? Comment peut-on faire croire que l’armée de la soumission aux États-Unis et à l’entité sioniste, va réaliser les revendications d’indépendance nationale ? Comment peut-on imaginer un seul instant que l’armée, qui s’accapare plus d’un tiers des richesses de l'Égypte, va satisfaire les revendications de justice sociale ? Comment peut-on laisser entendre qu’un coup d’État soutenu par l’Arabie « saoudite », les Émirats arabes unis ou l’« Autorité » collaborationniste de Ramallah, représente un quelconque espoir de libération nationale pour la nation arabe ? « Sourds, muets, aveugles, ils ne raisonnent point[1] ».

Évidemment, il y aurait certainement beaucoup à dire de l’action de Mohamed Morsi et des Frères musulmans, dont nous ne défendrons ni le bilan, ni les projets. Ils payent indubitablement leurs atermoiements et leurs compromissions avec un pouvoir comprador – l’armée et les « décideurs » économiques – et un Occident impérialiste qui n’est pas prêt à renoncer à sa domination néocoloniale sur la nation arabe. « Tout malheur qui vous atteint est dû à ce que vos mains ont acquis[2] ». Mais la question n’est plus de savoir si nous approuvons ou non telle ou telle action ou tel ou tel point du programme des Frères musulmans. La véritable question est : acceptons-nous un coup d’État mis en œuvre par les généraux égyptiens, avec le soutien des anciens bénéficiaires du régime d’Hosni Moubarak, de l’Occident impérialiste et des régimes arabes qui lui sont inféodés ?

D’ores et déjà, la répression a commencé à s’abattre sur l’Égypte. Plusieurs centaines de cadres des Frères musulmans ont été arrêtés arbitrairement par la junte. Des centaines de journalistes ont également été arrêtés et plusieurs chaines de télévision fermées. Ces manœuvres mettent clairement en lumière le caractère contre-révolutionnaire de ce coup d’État, qui vise à rétablir l’autorité des forces de l’ancien régime.

Contre le coup d’État militaire, nous appelons tous les individus épris de justice à manifester et à agir pour dénoncer les généraux égyptiens et leurs complices. Nous les appelons également à dénoncer les arrestations arbitraires de dirigeants élus démocratiquement et des simples citoyens égyptiens en raison de leurs opinions politiques. Nous apportons notre soutien à toutes les forces sociales et politiques égyptiennes qui s’opposent à ce coup d’État militaire.

De même, nous appelons tous les individus épris de justice à dénoncer les impérialistes occidentaux et leurs laquais musulmans, qui sont les complices silencieux ou actifs des généraux égyptiens. Nous les appelons également à dénoncer tous les soutiens français à ce coup d’État, qu’ils se prétendent défenseurs de la « démocratie », « révolutionnaires », « anticapitalistes » ou même « anticolonialistes ».

Le coup de force des généraux égyptiens a emporté avec lui les derniers oripeaux de « démocratie » dont se drapaient les partisans de la dissimulation. Le roi est nu.

domingo, 7 de julio de 2013

Abdel Kechiche

Descubrí al director francés de origen tunecino Abdellatif Kechiche después de que su último film, "La vie d'Adele", ganara la Palma de Oro en el último Festival de Cannes. A partir de ahí me puse a investigar sobre sus obras y hasta el momento he conseguido ver dos de ellas, a pesar del estrés de los últimos tiempos con la presentación de mi trabajo final de máster y mis repentinos cambios de situación laboral. 
La primera, "La graine et le mulet", también titulada "Cuscús", me pareció simplemente magistral. Se puede encontrar integra en Youtube en su versión original francesa y, francamente, vale la pena. Sobre todo para todo aquel que haya tenido un mínimo de contacto con el mundo árabe, ya sea in situ o en la diáspora, la película conseguirá sacarle más de una sonrisa de los labios. 
La historia comienza cuando Suleiman, un argelino de cincuenta y tantos afincado en Francia, se queda sin trabajo después de haberse dedicado toda la vida a la construcción y reparación de barcos en el puerto de su ciudad. A partir de aquí se suceden una serie de acontecimientos que no son nada del otro mundo, pero son escenas que Kechiche logra captar con tanta naturalidad que resultan entrañables. Sin duda, la escena donde la gran familia se reúne para comer cuscús, es de lo mejor de la película. Las conversaciones, las bromas, el ambiente,.. me han hecho recordar muchos momentos vividos de manera similar alrededor de una gran mesa donde se juntan generaciones diversas y donde cada una de ellas sigue su rol.
Parece ser que Kechiche no tiene ningún complejo en retratar a la sociedad árabe, ya sea para lo bueno o lo malo, pero lo consigue hacer de una manera única, sin ofender y ganandóse el respeto que lo ha llevado a conseguir diversos premios ampliamente reconocidos en los últimos tiempos. En este film, por ejemplo, se retrata el machismo que comunmente se vive en estas familias, pero que analizado no está tan lejos de ser una representación de los hogares de nuestro país. Los mayores ordenan a los más jóvenes, y estos sin rechistar simplemente obedecen. Las chicas se convierten en sirvientes de sus hermanos mayores o padres mientras ellos se limitan a sentarse en la mesa o fumar. La madre conoce la aventura de su marido con otra mujer, pero a pesar de ello sigue actuando como la cabeza de familia sin ningún tipo de reproche (al menos aparente) debido al amor que la une a sus hijos y a estos con su marido infiel. Y como esto, muchos ejemplos más.. También me ha parecido magistral el retrato de la típica pareja mixta. Uno de los hijos de Suleiman, casado con una francesa con la cual tiene un hijo, le está siendo infiel a esta con una chica de su tierra. Ella, a pesar de sus intentos por integrarse con la familia de su marido, no consigue sentirse cómoda del todo y entender muchas de las actuaciones de su familia política. Finalmente no consigue callar más y estalla afirmando que es su propia suegra quien arregla y tapa los encuentros entre su hijo y la amante... Menudo análisis sociológico se podría hacer con esta película!
La segunda de ellas, "La faute á Voltaire", no es que me haya gustado menos, simplemente es algo diferente.
Narra las aventuras de un joven tunecino que llega a París haciendose pasar por un refugiado político argelino. Consigue un permiso temporal que lo lleva a convivir con otros personajes en una serie de albergues para gente sin recursos hasta que conoce una chica con la que espera casarse para obtener los papeles pero que finalmente lo deja tirado en la estacada. Este fracaso le lleva a un centro de salud mental donde conocerá a una chica con problemas psicológicos o mentales de la que se hará inseparable y con la que, imagino, esperará también casarse con el mismo objetivo que la anterior. Aunque en este caso, a pesar de las diferencias, creo que sí que existe un cariño entrañable que se truncará cuando a él finalmente lo deportan a su país de origen.
Como ya he dicho, Kechiche, a pesar de haber nacido y crecido en Europa, logra de una manera espectacular retratar a la sociedad norte africana. Tanto hombres como mujeres no se escapan de su mirada y son plasmados en su vida cotidiana de la manera más acertada que he visto en el cine árabe actual hasta el momento.. Ya era hora de que alguien se alejara de los clichés y ideales que autores emigrados o de segunda generación se empeñaban en hacer creer a Occidente. Ni todo es blanco, ni todo es negro, simplemente es como es.